Opinión

El líder estúpido

He escuchado a alguien llamar “líder estúpido” a Donald Trump. Quien lo dijo probablemente no haya reparado en la contradicción que existe entre los significados de esos dos conceptos si tenemos en cuenta que el liderazgo siempre conlleva una apreciación positiva, mientras la estupidez es propia de alguien torpe, necio y falto de inteligencia. Sin embargo, tanto a mí como a cualquier oyente capaz de sentir desprecio hacia el actual presidente de EE.UU., la conjunción de las dos palabras puede resultar tremendamente ilustrativa.


Sí, es correcto llamar líder y estúpido a Tramp. Lo complicado es saber qué tiene más fuerza en su personalidad, si la estupidez o el liderazgo. Yo creo que lo primero porque lo segundo es solo consecuencia de una concatenación de factores externos al personaje. Y sentado esto, las preguntas que debemos formularnos son: ¿Cómo es posible que un estúpido haya alcanzado el liderazgo en EE.UU.? ¿Se han vuelto estúpidos millones de votantes libres? ¿Es Trump un llanero solitario de la política? ¿Hasta dónde su estupidez se corresponde con un plan perfectamente medido?
Me atrevo a afirmar que la estupidez, en el ejercicio de la vida pública, es una plaga inducida por sabe el cielo qué fuerzas y razones. No creo que sea una simple casualidad que después más de seis décadas de gobiernos del mundo más o menos inteligentes hayamos venido a dar en este principio de siglo plagado de grandes dirigentes estúpidos. Porque observemos lo que sucede con elementos como Maduro, Erdogán, Bashar al-Ásad… por nombrar algunos. Sin embargo en la cabecera de la lista, no hay duda, está Donald Trump, seguido por Putin yPyongyang, el dictador de Corea del Norte, ahora de plena actualidad al enfrentarse con el primero del ranking.


Y me detengo en estos tres elementos porque su estupidez, frente a la pequeñez de los otros, se está convirtiendo en un peligroso polvorín. A los tres deberemos agregarles un epíteto más para que su consideración alcance el nivel de “estúpidos líderes peligrosos”. Y es que el poder, en manos de la estupidez, nos induce al temor, al miedo, a la prevención porque la historia nos enseña que otros líderes, considerados en sus días imbéciles o ridículos, acarrearon a la humanidad desgracias de dimensiones extraordinarias. Miren, si no, desde la Roma de Nerón a la Alemania de Hitler, por poner dos fechas entre las que cabe casi toda la historia de nuestra civilización, cuantos engreídos aplaudidos por sus pueblos se han visto masacrados por ellos.
Y la pregunta inmediata no se hace esperar: ¿Quién o quienes sustentan a estos estúpidos poderoso? ¿Simplemente los votos o el carisma? Resulta increíble y, por tanto, el imaginario popular tiende a pensar en la existencia de plataformas u oscuras fuerzas del mal, frente a las que no tenemos otra opción que el estoico sufrimiento o la lucha política organizada. ¿Usted por cual se inclina?


Pues manos a la obra porque tengo la impresión de que tanto Trump como Putin y Pyongyan tienen el mismo libro de cabecera: MeinKampf.
 

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