Opinión

Corregir a las urnas

Antes que Artur Mas, los últimos que decidieron corregir el resultado de las urnas en este país fueron unos sanguinarios generales levantándose en armas contra la legalidad republicana en 1936. Me dirán los nacionalistas catalanes que la comparación es una desmesura. Sin embargo ese fue el chispazo histórico que sentí en el momento de escuchar al expresidente de la Generalitat esgrimir tal argumento para justificar la deriva de una parte de los dirigentes catalanes.
En todo el proceso emprendido por el delfín de Jordi Pujol, esta ha sido la frase más definitoria de la realidad que subyace en su anacrónica aventura. Quienes hoy sustentan al Gobierno catalán han enterrado intencionadamente la condición democrática y legal que les permite legislar y gobernar. 
Corregir el resultado de las urnas con los mimbres alegales utilizados por Junts pel Sí, apoyados incongruentemente por una parte de la CUP, será algo más que un pucherazo al uso decimonónico, siglo del que procede el pensamiento de los nacionalismos más reaccionarios. Hoy día la corrección de la voluntad democrática ni siquiera puede considerarse un procedimiento de despotismo ilustrado, encierra realmente un sentimiento autoritario y dictatorial. No ofenderé a nadie si aseguro que el camino hacia la República catalana se parece bastante a un golpe de Estado de cualquier país administrado por ambiciosos caciques, atentos a devorarse entre sí. Ha costado, pero al fin ellos mismos han fagocitado a Mas. 
Ahora el dúo Puigdemont & Junqueras continuará el proceso hacia la independencia, sustentado sobre raíces históricas y razones económicas de dudosa veracidad. Al mismo tiempo le corresponderá al nuevo Gobierno del Estado no repetir la inacción de Rajoy y su empecinamiento en atrincherarse tras la hipotética fuerza de la ley. Que nadie espere un cambio de rumbo del Gobierno de la Generalitat. El Gobierno de España deberá emprender la tarea de buscar los equilibrios y las soluciones capaces de desactivar, con la fuerza y el poder de las urnas, el despropósito catalán.
Y no estoy hablando de permitir una simple consulta bajo la sombra de la demagogia o con el vaivén del oportunismo de unos y otros. Serán necesarios argumentos contundentes, datos reales que avalen las propuestas y las decisiones más allá de le legalidad vigente, que puede ser cambiada democráticamente sin que nadie se rasgue las ideologías. Estoy hablando de valorar con honestidad lo positivo y lo negativo, tanto de la convivencia como de la separación. 
Cataluña puede sobrevivir desgajada de las comunidades que componen el Estado español. No tengan dudas. El resto de la península también puede sobrevivir y prosperar sin Cataluña. Pero no permitamos nunca que nadie, ni a los catalanes ni al resto, nos corrija la voluntad manifestada en las urnas.

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