Opinión

Vox y voto

Doce escaños. No es coña. Por primera vez en el país, un partido político de ultra derecha entra con representación en una asamblea legislativa y consigue doce diputados en el Parlamento de Andalucía. Como ha dicho su líder en la comunidad andaluza, provocando la histeria colectiva, “han hecho historia” y van a “iniciar la Reconquista” de España. Así, orgulloso como un Cruzado, escogiendo y blandiendo bien las palabras, pues no tenía una espada a mano, haciendo un paralelismo con un momento histórico aterrador y sangriento. 
A nadie le sorprenderá, puesto que el programa del partido y su mensaje no se caracteriza por conciliador y tolerante, ni sus representantes por ser los más empáticos y afables del panorama político español. Entre sus afiliados y simpatizantes habrá de todo, no digo que no: desencantados de la política en general, hastiados de independencia, mareados de corrupción hasta la náusea, angustiados por la mediocridad de la política endogámica que solo mira su ombligo, pasajeros de un barco estrujado por los tentáculos que le arrastran sin remisión hacia el pico letal del Kraken. 
Pero habrá seguro también apasionados de una España grande, fuerte y unida; exaltados de banderas e himnos; heterosexuales entusiastas; hinchas ardientes de la familia tradicional; idólatras de una idea de país identitario; desintegradores, excluyentes o fanáticos a los que jalear con facilidad. Y estos a los que se les otorga voz, y acostumbran a alzarla con facilidad en lugar de razonar, no solo dan repulsión y escalofríos, sino miedo. Decía Herman Hesse que el temor existe porque le hemos concedido a alguien poder sobre nosotros y Vox tiene ahora la legitimación que le han dado las urnas en Andalucía y la fundada probabilidad de obtener representatividad en el resto de ámbitos electorales territoriales en próximos comicios.
Claro que esto acaba de comenzar. Tal vez muchos podríamos estar equivocados y Vox resultar un partido político bien intencionado que quiere lo que predica, la renovación y el fortalecimiento de la vida democrática española con el objetivo de cohesionar la Nación –en mayúscula-, para lo que llama a todos los españoles que desean una España unida en permanente progreso material y moral a sumarse a un su nuevo proyecto. Y no sé qué más, del prestigio de España, del lugar que le corresponden en el mundo por su envergadura histórica, cultural y económica y de una urgente reacción vigorosa de la sociedad civil que fortalezca nuestra estructura política y abra paso a un cambio profundo de nuestra perspectiva ética y patatín y patatán.
¡Buf! El mensaje suena rancio, el lenguaje un poco adusto y el tono desasosegante y categórico. Es como el aceite de ricino o las reprimendas y correctivos, que nos tienen que dar por nuestro bien. Desde luego la entrada de Vox en el panorama político español y en las instituciones no me parece un buen regalo de cumpleaños para una Constitución que va a entrar en la crisis de los cuarenta a lo grande, teniendo que escuchar una nueva pero vieja –vetusta- voz, y lo que es peor, soportando su voto. 

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