Opinión

Trupar y trumpar

En su ruda primera rueda de prensa como presidente electo de Estados Unidos y a pocos días de su investidura se veía venir muy de lejos que Donald Trump no iba a hacer otra cosa que "trumpar". Por supuesto, el término es inventado y -a salvo de acuñación anterior que desconozco- aquí y ahora me lo pido como propio, reservando todos los derechos de autor y propiedad intelectual que pudieran corresponder.
Así es que ni la palabra existe oficialmente -todavía- ni por lo tanto tiene una acepción cierta asignada, aunque la mayoría acertará a comprender su significado, con mayor o menor aproximación. Del mismo modo que me sucedió cuando paseaba plácidamente por las leiras sin labrar y los verdes prados de mi aldea y de entre el blanco de las ovejas salió el señor Marciano haciendo aspavientos y gritándome desde lejos “saca de ahí, pailán, que che vai trupar de carallo”. 
En primera instancia quedé perplejo con su abrupta exhortación, pero en cuanto crucé la mirada con el bóvido encornado que se dirigía hacia mí con convicción y cogiendo carrerilla para embestir, no necesité del traductor de Google para saber que con trupar se refería al cornear de cabras y carneros. Salí corriendo a toda leche a consultar el término que encontré en algún diccionario usual de gallego, aunque ya había deducido en el acto que no se trataba de nada bueno.
Un nuevo presidente exige planes y proyectos a su medida y -por qué no- palabras. Del “Obama Care” –por ejemplo- no quedará nada en cuanto Donald lo destroce, trumpándolo a conciencia y eliminando la cobertura sanitaria mínima. Trump lo va a trumpar, embestir, arrollar, atropellar, ya sea personas, estados o derechos. Este nuevo término lo entenderá perfectamente el mundo globalizado, porque está a la altura de su carácter y actuación gestual. Este es el estilo personal del nuevo inquilino de la Casa Blanca, y al parecer también su manera de hacer política, que desgraciadamente llenará los medios de comunicación constantemente de alusiones a un personaje del que nos gustaría no escuchar hablar nunca. Como diría Mafalda reflexionando sobre el planeta Tierra, “cuidado, irresponsables trabajando”.
 

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