Opinión

Trata de arrancarlo

Trata de arrancarlo, por Dios, trata de arrancarlo”, le gritaba desesperadamente Luis Moya a Carlos Sainz cuando el Toyota Corolla que pilotaban se paraba sin compasión a solo quinientos metros de una meta que les aguardaba con el tercer título de un mundial de rallies que se escapaba. Todo el camino recorrido antes con esfuerzo terminaba en impotencia y frustración, ante un problema cuya solución no estaba en sus manos.
Mariano Rajoy ha muerto también en una orilla a la que llegó con ciento setenta brazadas que no fueron suficientes para desbloquear la parálisis política del país. El presidente en funciones trató de arrancarlo pero, sin la confianza de quien esperaba otra oportunidad en una nueva carrera, no pudo moverse ni con el empuje de Ciudadanos. 
Rajoy y Rivera se han tenido que bajar del coche del Partido Popular, al que –con el brazo por fuera de la ventanilla- habían invitado a subirse a Pedro Sánchez, que declinó una propuesta que le evocaba a Christine -el terrorífico coche de Stephen King- enfilando la carretera al infierno. Mientras el tétrico vehículo ha sido abandonado por todos, el líder del grupo naranja se pone ahora a hacer dedo, a ver quién le recoge. Sánchez se ha sentado a la sombra esperando una grúa que no sabe por dónde ni con quién llegará. Y el Partido Popular grita en bloque desde el arcén que la culpa es del PSOE, que lo ha roto y no quiere arreglarlo.
No serán los diputados –elegidos por segunda vez- quienes se quiten la chaqueta, se arremanguen la camisa y se pongan a empujar. No, no. Mejor que se muevan los ciudadanos otra vez, y las que haga falta. Que sean ellos los que se pongan de acuerdo para votar todos a un mismo partido –aunque no quieran-, y que le den la mayoría absoluta, para que ningún cargo electo por el mero hecho de ir en una lista, tenga que pensar en el verdadero interés público, por encima del personal y del partido. Para que no haya que negociar, ni ceder, ni asumir responsabilidades ni riesgos. No hay dos sin tres. 
Pues vamos allá, que solo puede quedar uno, como en los Inmortales. Pero de paso que modifican la legislación para que no coincidan las elecciones en Navidad -¡con el regalazo que podríamos hacerles!-, que nos ahorren también  la campaña electoral que no solo será redundante, sino repugnante. También podríamos aprovechar para introducir en las urnas ocho sobres ese mismo día, cuatro para el Congreso y cuatro para el Senado. Dos para estas elecciones y otros seis de reserva, para no tener que celebrar otros tres comicios con resultados decepcionantes. Tendríamos para un par de años más en funciones.
En fin, mientras tratan de arrancarlo seguiremos escuchando estupideces –con énfasis- de todo tipo y de todo color político, y ninguna solución, puesto que la dejan en nuestras manos y en nuestras conciencias. Y estamos perdidos, porque la estupidez insiste siempre.
 

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