Opinión

Tiburón

Ya viene. Y se equivoca quien piensa que los cambios realizados por Mariano Rajoy esta semana en el Partido Popular y los que puedan afectar al Gobierno los próximos días, podían haberse hecho en cualquier otro momento, seguramente anterior y con mayor acierto.  Porque no puede ser casualidad que se produzcan precisamente coincidiendo con el reestreno del Jaws de Steven Spielberg, cuarenta años después del inicio de su extraordinario éxito en taquilla.
Sin duda las mandíbulas del escualo y su capacidad para pasar desapercibido en la inmensidad del mar hasta el mordisco mortal, habrá precipitado finalmente su decisión. La marea acerca a tierra a los depredadores que amenazan con despedazar a sus presas a pocos metros de la orilla. 
Y como pasaba en la película, el presidente se ha dado cuenta de que necesita un barco más grande, o lo que es lo mismo, que navegando con el mismo rumbo y tripulación, las llaves de la Moncloa quedarán en el fondo del mar, materile rile rile. 
El recuerdo del pánico que sufrieron los espectadores de todo el mundo y el miedo irracional que muchas personas sienten hacia las criaturas que pueden acechar bajo las aguas insondables ha sido el revulsivo definitivo para flexibilizar, aunque sea levemente, la inmutabilidad de la línea política Popular.
Rajoy no quiere verse en las entrañas del tiburón, ni arrastrado hacia la oscura profundidad y, aunque con poco tiempo y margen de maniobra, quiere darle caza a un enemigo que le atacará con fiereza. Para enfrentarse a él a arponazos, por el camino deberá dejar víctimas descuartizadas; y no tiene garantías de volver con éxito al puerto -aunque sea a nado y sobre los restos del barco-, como en el film de 1975. 

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