Opinión

The Relator

Como todo lo que se pone en inglés tiene un valor añadido en cualquier ámbito -editorial, cinematográfico, científico, empresarial…-, arranco con este título que bien podría evocar al Predator original al que Swarzeneger dio finalmente lo suyo, no sin apuros. En este caso el auténtico depredador es Pedro Sánchez que en su rol de excelso estadista consiente en otorgar al altísimo servicio de Cataluña y España la figura de un mediador que no lo es y al que por tanto se conocerá como relator, notario, coordinador o persona neutral. 
A esta especie de quimera o híbrido abominable, también se le podrá llamar facilitador y lo más complejo será decidir y definir sus funciones, que se antojan amplias, inconcretas y estériles: que si relatar las cosas que pasan, contándolo por ahí; que si dar fe –y tal vez esperanza- de los asuntos tratados o maltratados; mantenerse neutral -desde luego- sin dar ni quitar la razón a nadie, pero eso sí, coordinando muchísimo y tomándose el cafelito con todos por igual. Como órgano  facilitador no se sabe qué competencias tendrá, por lo que tal vez sería conveniente prescindir de este último calificativo que apunta a referencias más comunes del mundo de los estupefacientes.
Este cargo-engendro solo podía haber sido parido o bendecido por una mente insondable como la del Presidente del Gobierno, y fraguado quizás con los más oscuros sortilegios de un gabinete que retuerce y tortura la política para mantenerse un día más, un minuto más como brillante reflejo del poder. Espejito, espejito, ¿quién es el Presidente más bello? Tú Pedro, porque el nivel tampoco estaba muy alto y porque el panorama político nacional es un esperpento que supera las Luces de Bohemia de Valle-Inclán, a salvo de tres o cuatro voces autorizadas que nadie quiere escuchar. 
La primera misión del señor relator o la señora relatora debería ser explicar el proceso de creación de esta figura que no deja indiferente a nadie y que a nadie satisface. Yo qué sé, estaban Sánchez y lo más nutrido de su gabinete buscando una solución para lograr el apoyo de los presupuestos por los independentistas catalanes y de pronto –zas- la idea bomba: creamos un puesto de mediador pero sin capacidad de mediar en nada ni potestad negociadora vinculante. Contamos una milonga para que los españoles y la oposición entiendan que es una figura inocente sin cesión ante quienes quieren romper España y para que el gobierno catalán se crea que avanzamos en el compromiso con el proceso independentista, sin que en ningún caso puedan darle valor jurídico ni por supuesto internacional. ¡Sí, sí, sí, es la rehostia! ¿Y qué nombre le ponemos? Pajero –porque será un hombre de paja-, cuentista –solo nos va a contar cuentos-, pasmarote o pachorras –estará pasmado en los encuentros y excesivamente calmado- o, definitivamente relator, porque podrá trabajar relajado sin más presión que la de haber aceptado un cargo ridículo que deja en mayor evidencia la simpleza de quién le nombró. Salvo que lo pongan en inglés, como yo sugiero: “The Relator” da más miedo y más respeto. Apúnteselo 

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