Opinión

El Quijote edición whatsapp

Don Miguel de Cervantes Saavedra puede estar orgulloso de compartir, con motivo del 400 aniversario de su muerte, los titulares informativos de todos los medios de comunicación, a la altura de relevantes figuras mediáticas como Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Albert Rivera o el mismísimo Presidente del Gobierno en funciones. Porque aunque ninguno de estos hidalgos políticos de rocín flaco lleguen jamás a decir ni escribir nada interesante ni mucho menos a la altura del ingenio y calidad de quien es la máxima figura de la literatura española, lo cierto es que solo el 21% de los españoles afirma haber completado la lectura del Quijote.
Como, por otra parte, más del 40% reconoce no haber ni rozado tal libraco, deja en algún lugar insondable un 39% que todavía estaría pensando en que categoría encajaría el hecho de haber hojeado u ojeado algunas páginas, leer el tebeo –que lo hay-, o quedarse dormido a mitad de la película. Con seguridad, alguno de estos se habrá apuntado al porcentaje de lectores avezados, habida cuenta de que manejan información sobre algún lugar de la Mancha cuna del nacimiento de Alonso Quijada o Quesada, del caballo escuálido que tenía -¿Babieca, Bucéfalo o Rocinante?- y de un perro que le seguía a todas partes, de nariz gorda ¿llamado Rantanplán?. Aunque ni siquiera uno de cada cinco sabría decir el verdadero nombre de Don Quijote, la mayoría reconocerá la figura de Sancho Panza, colega del alma o fiel escudero de Alonso Quijano.
En fin, que tal vez para no verse en la desdicha del ingenioso hidalgo -que del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro- lo cierto es que al parecer pocos son los que leen en este país y si se lee mucho, es porque siempre lo leen los mismos, que se empeñan, en el esfuerzo y en lo económico, nunca mejor dicho. En el imperio del audiovisual y de las redes sociales la literatura habría muerto ya si no fuera por la pasión de quién busca humanidad en una hoja de papel (electrónico también vale).
Hoy se siente abandonado hasta el bote de champú, que antes leíamos en el baño ineludiblemente. Por eso, y porque como decía Cervantes “la senda de la virtud es muy estrecha y el camino del vicio, ancho y espacioso”, hay que emprender la senda de las ediciones literarias en Whatsapp. Hay filón, empezando por El Quijote en Whatsapp, para no llegar nunca a escribir “vurro” con V. “Ajolá que sí”.
 

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