Opinión

Planeta Tierra, trágame

América primero, dice Trump. Y para que EEUU –segundo emisor global de gases de efecto invernadero- ocupe la cabeza de tan penoso ranking, el presidente americano acaba de romper con el Acuerdo de París contra el cambio climático, firmado por 195 países. La estupidez humana, empíricamente probada y que Einstein consideraba infinita, adquiere con Donald Trump una magnitud inconmensurable. 
La retirada del pacto medioambiental que justifica en aras del interés nacional, parece condenar irremisiblemente al incumplimiento el objetivo internacional de lograr que la temperatura mundial a finales de siglo no supere en más de dos grados el nivel preindustrial. Los patriotas americanos no pueden asistir impasibles al crecimiento económico y contaminante de China -primera emisora de CO2- o India, que pone en peligro los empleos de los trabajadores y el crecimiento del sector empresarial estadounidense. En el afán por liderar el mercado, la economía y la política mundial, nada importa el precio para el planeta ni los seres vivos, porque las consecuencias no se aprecian a primera vista ni de modo inmediato por quienes no quieren ver.  La gente se muere como siempre, pero no se desintegra ni entra en combustión espontánea por cada cien gramos más de emisión contaminante. Si se diera dicho caso, las cosas seguramente serían diferentes. Mientras tanto, la codicia humana alimenta el pan para hoy y el hambre para mañana. O tal vez para antes. 
Suele decirse que la contaminación acabará con el planeta, si antes no lo hace una guerra nuclear. En cualquier caso, el fin vendrá de la mano del ser humano y será consecuencia de sus actos, a menos que llegue del espacio causado por uno de tantos fenómenos cósmicos conocidos o ignotos para el hombre, en forma de Armaggedon que ni Bruce Willis sea capaz de evitar. Pero no nos engañemos. La extinción será para nuestra estúpida especie, en el momento que la Tierra no nos soporte más. Ella seguirá ahí, ocupando el mismo lugar en el universo, curando sus heridas, limpiando su aire y sus mares, volviendo a crear vida, tal vez de otro tipo. Se nos tragará sin remordimiento alguno y se nutrirá de lo bueno que hayamos dejado para continuar girando mientras el sol exista. 
Unos pocos poderosos con intereses creados por encima de los demás toman las decisiones que parecen hacer cada día un mundo un poco peor, sobre todo para los de siempre. Contaminación, corrupción, guerra, terrorismo, hambre, miseria, enfermedad, muerte. Tantas veces resultado de la irracionalidad y el egoísmo que nos avergüenza y que nos lleva al deseo de que la tierra nos trague. Claro que lo hará. Hasta con los presidentes.

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