Opinión

Otra canción de Navidad

Mariano Rajoy quiere, pero no puede, formar un Gobierno de amplio espectro. Para ello, como en la "Canción de Navidad" de Dickens, el líder popular ha recibido la visita de tres espectros inmisericordes –unos más que otros- dispuestos a enfrentarle con todos su actos reprobables cometidos, los que pudiera perpretar en el futuro y hacerle afrontar sus miedos, más justificados que nunca.
El primero en presentarse fue el espíritu del Pasado, encarnado en un Pedro Sánchez que juró hacerle pagar con pesadas cadenas sus indecencias e injusticias, negándole absolutamente cualquier apoyo que pudiera investirle presidente. Es la visita más terrorífica porque la protagoniza un alma todavía más torturada que la del propio Rajoy, consciente de que la dividida casa de sus espíritus -el PSOE- está dispuesta a enviarle al inframundo, tome la decisión que tome. 
No tardó en aparecer el fantasma del Presente -Albert Rivera y Ciudadanos- que le reprendió por sus políticas enérgicamente pero con amabilidad y le afeó la laxidad o dejadez con la corrupción y sus traviesos chicos del PP. Pero por el bien de España, y por encima de intereses partidistas -dicen- pelillos a la mar. El hoy, a diferencia del ayer, es todavía maleable y, si Mariano abandona el camino a Perdición, están dispuestos a facilitar la investidura, absteniéndose en primera instancia en la votación, o si fuera necesario, incluso pasando a la acción. Rasgándose la camisa del refulgente traje, a pecho descubierto, aunque le duela.
Para cuando llega el último espectro, Pablo Iglesias, el Presidente en funciones, ya está relajado, puesto que nada espera de él salvo su rechazo. Podemos se auto designa como el Futuro, un porvenir de melena al viento que no puede estar en manos de Rajoy ni del Partido Popular. Desde el respeto, pero ya sin cariño, el destino de España pasa por un rotundo no y mil veces no. Por un país de izquierdas, con o sin el PSOE. Apuesta sin concesiones, con condiciones imprescindibles e inaplazables que parecen firmes e inamovibles, quien sabe si de farol o con verdadera confianza en unas nuevas elecciones. 
Pasado, presente y futuro dejan a Rajoy vagando como un fantasma incorporal, con las manos vacías hasta de ilusiones, pero también con un sosiego que conoce bien, la calma de quien sabe que ha hecho, como el diría "lo que había que hacer", es decir, nada que nos acerque a una solución. Permanecerá deambulando con las manos a la espalda por las almenas del castillo, observando las batallas intestinas entre sus enemigos, para quienes la pesadilla no ha hecho más que comenzar.
Sobre todo para un Pedro Sánchez que no deja de escuchar las chirriantes cuchillas de otra pesadilla con jersey a rayas rojas, que se le quieren echar encima en un estrecho callejón sin salida. Para colmo es año bisiesto.
 

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