Opinión

Lecciones de Barrio Sésamo

Hay que reconocerlo. Si la configuración del nuevo gobierno de Sánchez pareció conciliar una aceptación generalizada, la foto del primer Consejo de Ministros o Ministras –¿nueva denominación?- luce espléndida. La imagen es luminosa y colorida, el ambiente distendido y las personas que han sido llamadas a asumir tan alta responsabilidad del Estado se muestran a simple vista radiantes, ilusionadas y valientes.
El Presidente al frente sonríe satisfecho y orgulloso de un equipo cuya competencia y profesionalidad apenas ha sido cuestionada y una capacidad de trabajo que se le supone. Es evidente que su primer acto como jefe del Ejecutivo le ha salido a pedir de boca. Ha sabido escoger a diecisiete personas de reconocido prestigio tan válidas o más si cabe que otros ministros y ministras de gobiernos anteriores. Todo un mérito que su oposición no contaba con reconocer y con independencia de las críticas que los adversarios políticos y comentaristas de tertulia hagan sobre la idoneidad o incapacidad de algunos de ellos y el juego que ha dado para las bromas de wathsapp la toma de posesión del Ministro Pedro Duque. Se contarán con los dedos de la mano los usuarios de la aplicación que no hayan visto como testigo de excepción en dicho acto a E.T. El extraterrestre, junto al Rey.
Anécdotas aparte, estando el listón bastante alto, el Presidente ha de tener en cuenta que a partir de aquí la cosa puede empeorar con facilidad, aunque no haya hecho más que comenzar. Porque Sánchez ha creado el gabinete que ha querido, sin contar con quien le ha apoyado para resultar investido de la confianza de la Cámara hace apenas una semana. Como quien le pide un favor importantísimo a un amigo, después de romperle suplicante la cabeza y en cuanto lo consigue se olvida de la aportación sin la que nunca hubiera conseguido el éxito. Ya se lo ha advertido abierta y directamente Pablo Iglesias, que la Moncloa puede ser un calvario si no cuenta con Podemos. Le ha reprochado amargamente el hecho de haber tardado veinticuatro horitas en olvidarse de quién le ha hecho presidente del Gobierno y dedicarse a sonreír solo de cara a la galería, al PP y Ciudadanos. 
Como en el conocido tema de La Unión, cuyo nombre es también significativo en este contexto, Podemos estuvo ahí en los malos tiempos, cuando ni gritando el ahora Presidente podía hacer oír su voz. Olvidas con facilidad, parece decirle Iglesias. Por eso Sánchez haría bien en no menospreciar a quienes pueden agriarle este viaje y recordar cosas tan básicas como las que nos enseñaban en Barrio Sésamo. Que sólo no puedes, con amigos sí; la diferencia entre cerca y lejos -del fracaso-; dentro y afuera -del Gobierno-, arriba y abajo -de la vida política-. Cuestiones vitales que enseñaba Coco. Como aprender a contar con murciélagos, de la mano del Conde Draco, con el que sin duda podría el Presidente llegar a ochenta y cuatro únicos diputados de su grupo en el Congreso. Ni uno más. Pero sin duda, esta inquietante realidad estará sobre la mesa de su avispado nuevo gabinete, que como Epi hacía cuando preocupado no podía dormir, inquirirá al jefe: ¿estás despierto Blas?

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