Opinión

Ja, ja, ja

Esta triple interjección para indicar la risa, es en alemán un tres veces sí a otras tantas preguntas a los responsables de Wolkswagen: ¿Han sido trucados los modelos diésel de la marca con un software para esquivar las pruebas de emisiones contaminantes? Ja (sí). Como dijo el presidente de Wolkswagen en Norteamérica, ¿la han cagado ustedes por completo? Ja (sí). A pesar de las serias repercusiones del asunto, ¿no es para partirse de risa el hecho de que una empresa de prestigio internacional con tecnología suficiente para diseñar vehículos eficientes, opte por trucar informáticamente sus modelos? Ja (sí). 
Pues lo dicho, ja, ja, ja. En este siglo XXI en el que la noticia suele ser que las grandes empresas y las instituciones son víctimas vulnerables del espionaje industrial y atacadas por hackers informáticos, resulta que los piratas están dentro de la empresa misma y se esfuerzan por engañar a sus propios clientes, en quienes reside precisamente la reputación de la marca. El daño será muy difícil de reparar, ahora que miles de propietarios de Audis, que miraban a sus vecinos por encima del hombro en el ascensor, tienen que bajar la mirada avergonzados. 
Las campañas publicitarias de los vehículos de la competencia son ahora más fáciles que nunca. “Nos esforzamos por no contaminar, pero lo que contaminamos, lo contaminamos sinceramente”. En la misma línea con cualquier otra característica del coche: potencia, velocidad, ABS, ESP, TCS… ¿Quién nos asegura que no son sino referencias o lucecitas en el salpicadero que nos cobran como lujo asiático? El mito de la obsolescencia programada se acerca más que nunca a la realidad. La programación del fin de la vida útil de un producto tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante durante la fase de diseño, es para muchos una certeza. La fundita para el smartphone servirá para salvar rayazos en la pantalla pero no evitará su muerte tecnológica anunciada.
La anécdota protagonizada por la empresa alemana ha roto el círculo de confianza, y ha dañado sin saberlo, además de a los once millones de clientes en todo el mundo, la raíz de las relaciones humanas. Si no podemos confiar en quien se autoproclama "el coche" (Das auto), ¿qué marca alimenticia creeremos que piensa en la salud de la gente por encima de sus intereses comerciales? ¿por qué vamos a fiarnos de la solidaridad de Merkel o de la bondad de Obama? ¿nos quieren de verdad Mas o Rajoy?
Sí, sí, sí. Ja, ja, ja. La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía.
 

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