Opinión

Hogar, dulce hogar

En la agencia inmobiliaria que les ha colocado el chalet a Pablo Iglesias e Irene Montero aún están que no se lo creen. La fiesta de celebración por la operación -en la que designaron empleado del mes al comercial que vendió la propiedad a los podemitas- terminó a altas horas de la madrugada.
No es para menos, teniendo en cuenta el revuelo que ha causado que los líderes de Podemos se hayan comprado una casa de 268 metros cuadrados en una finca de 2.000 en la sierra de Madrid, ¡por solo 600.000 euros! Sea justo o no, la verdad es que les han llovido las críticas por todos los lados, ya no solo desde su oposición política -que era de esperar, con saña- sino incluso de las bases de su propia formación entre las que hay opiniones contrastadas y cierta decepción.
De poco ha servido que hayan ido a cerrar el negocio en su humilde Dacia Sandero o el esfuerzo en explicar que se han hipotecado a treinta años por lo que creen que será un dulce hogar en el campo para su proyecto de familia. Incluso han tenido que pedir un préstamo a sus padres, sableando así a los progenitores, como en las familias más corrientes. Este detalle lo examinará con lupa sin duda Montoro, por si procede la tributación por donaciones. Con las risas respetuosas en la sala de prensa, la última excusa no la he escuchado bien, no sé si Irene Montero ha dicho que la casa no era para especular o que no era espectacular.  
En cualquier caso, yo no les critico por querer lo que todos, que no es otra cosa que -como diría al menos la mitad del país en un contexto distendido- vivir de puta madre. No pasa nada, se le dice a la gente, que lo va a entender perfectamente: señoras y señores, no queremos para nosotros otra cosa que lo que queremos para ustedes. Un buen trabajo, una nómina digna, un hogar dulce y todos los derechos que debe garantizar un gobierno para proporcionar la felicidad de sus ciudadanos. Y mientras intentamos conseguirlo para las familias españolas, nosotros vamos empezando. 
Que lo reconozcan con naturalidad, y que no vayan de ascetas, anacoretas o eremitas. Que no prediquen si no lo hacen con el ejemplo. Yo les comprendo y les envidio desde mi modesto pisito, que el promotor –un cachondo- me vendió como de primerísima calidad y muchos más metros construidos que útiles. Los reproches a Podemos son injustos a menos que pensemos que sus representantes políticos y sus votantes solo quieren vivir con sobriedad y humildad. Es lógico que Pablo e Irene, conscientes de que el dinero no da la felicidad, prefieran llorar en su mansión de la sierra.

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