Opinión

En serie y en serio

Ya conocerán la filia actual o devoción desmedida hacia las series y la fobia por cualquier película o cosa que se enrede o alargue demasiado, en general sobre temas muy manidos y que nos exigen prestar demasiada atención. Se suele decir que las cosas claras y el chocolate espeso y hoy por hoy las intrigas, los dramas, el espanto o incluso la comedia nos gustan en pequeñas dósis, que digerimos mejor.
Estamos en la era del triunfo de los "memes", porque no tenemos cuerpo ya para gilipolleces que se enquisten y nos compliquen la vida. Por eso la gente se ha hartado del tema de Cataluña, o de la corrupción, de la política en general y cualquier otro culebrón de telediario. Mi mujer se va del salón si se me ocurre poner cualquier debate o programa de análisis político y mis hijos no soportan ni las películas más clásicas y entrañables de siempre, porque les quita tiempo de Youtube o redes sociales, donde ¿lo tienen todo?
Por eso los mensajes tienen que ser ahora más claros y concisos que nunca, y muy rápidos, casi fugaces. Que no nos cansen, porque tanto podemos pasar de todo como hacer cualquier otra cosa. Por eso, Ciudadanos sería hoy el partido más votado en España en unas elecciones generales, según una encuesta de Metroscopia. Por eso, a estas alturas a casi nadie le interesa quien está o deja de estar en la cárcel por el "procés" -si me apuran ni en la Moncloa-, ni si Puigdemont vuelve a casa después de Navidad. Aunque he de reconocer que sí hay curiosidad en el último episodio de este enredo, por saber si al final lo trincan y ver si definitivamente gana el lado oscuro o la luz, que está otra vez más cara. 
Nos preocupa, ciertamente, lo que dicen y lo que hacen los líderes políticos, pero no estamos dispuestos a darle ya mayor importancia de la que tiene. Si no se ponen de acuerdo para el progreso de la sociedad ni llegan a entenderse entre ellos, tampoco lo haremos nosotros, no merece la pena el esfuerzo. Da igual que Rajoy diga incongruencias seseando, que Iglesias se arremangue hasta donde nunca hubiéramos pensado que pudiera llegar una camisa, o que Pedro Sánchez consiga una sonrisa todavía más cautivadora, mientras Rivera saca pecho postulándose como la gran esperanza blanca de la nueva España que vendrá.
Nos asquean las babosadas que dicen grandes líderes con pies de barro -o algo peor- como Trump, aunque demuestre una vez más su baja catadura moral y su alta caradura y racismo acervado, aludiendo en sus declaraciones a "paises de mierda", menospreciando a todo el mundo sobre el que seguramente meará desde el Air Force One. Tampoco perdemos muchos segundos escuchándoles ni necesitan mucho más tiempo para ganarse nuestro desprecio o absoluta indiferencia. Abominamos la violencia, los crímenes machistas y las agresiones contra la mujer y se nos atraganta el chicle, cada vez que una más es víctima de la irracionalidad. Para ellos queremos justicia rápida y eficaz, no largometrajes interminables que prolonguen la angustia de las familias. Esta es una de esas cosas que nos tomamos en serio. A otras les prestamos atención un momento, nos sonreímos o hacemos una mueca de desidia y pasamos a otra cosa, a otra serie de cosas.

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