Opinión

Un corral sin gallinas

En la fábula de Esopo, dos gallos pelean por las gallinas de un corral. El que vence sube vanagloriándose a la cima del gallinero y canta sacando pecho hasta que, atraída por sus gorgoteos, un águila le da caza. El perdedor se queda así con el gallinero y las gallinas nunca sabrán cuál de los dos hubiera gestionado mejor sus huevos. 
Europa y el gobierno griego son los gallos que se la juegan este domingo en el referéndum heleno, olvidando que en el corralito que han organizado no hay gallinas, sino personas. Seres humanos que para Protágoras eran la medida de todas las cosas. Muchas y distintas son las posturas y los ríos de tinta vertidos sobre quién es el culpable del caos griego y cuál es su remedio, si es que lo hay. ¿Qué fue primero, la gallina o el huevo? Una zorra disfrazada de médico entró al corral preguntando por las gallinas enfermas, a lo que éstas contestaron que gozaban de la mejor salud de su vida, recelando del remedio de la hambrienta alimaña. Aunque desconfía con razón de la zorra, Grecia entera duda, debatiéndose entre el sí y el no -posiblemente sin saber exactamente a qué- sintiéndose más compatriotas que nunca de un Sócrates que solo sabía una cosa: que no sabía nada.
Los hijos e hijas de la democracia y la filosofía tienen ahora la palabra y la decisión, conscientes -como lo era Simónides de Ceos- de que ni siquiera los dioses se oponen a la necesidad. Ojalá tengan también la oportunidad.

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