Opinión

El cielo está enladrillado

El cielo político que aspiran a tocar con los dedos los líderes de los principales partidos en España está enladrillado. ¿Quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será. Pero sea quien sea el desenladrillador, si finalmente hay acuerdo que evite las elecciones y que formalice el reparto de los ladrillos, me temo que con ellos difícilmente podrá construirse algo que no sea un muro.  
Cada opinión, intervención o paranoia dialéctica de los políticos que se lanzan entre ellos o arrojan a los medios de comunicación, nos hastía ya desde hace tiempo a la mayoría de españoles. Suenan a trabalenguas o al diálogo para besugos que leíamos en el Mortadelo, con mucho mayor interés.
Los partidos tienen que asumir que, en general, hemos perdido el interés y que preferimos que no nos molesten y, si acaso, nos avisen cuando formen Gobierno. O bien asuman que esto no tiene remedio y que –aún peor- puede seguir sin arreglo tras unas nuevas elecciones. Porque por mucho que se empeñe Sánchez en decirle a Iglesias “compadre cómprame coco”, éste le responde “compadre no compro coco, porque poco coco como y poco coco compro”. Sin embargo el PSOE, que sabe del mérito electoral de Podemos y que “Pablito clavó un clavito”, se pregunta -a estas alturas-, “¿qué clavito clavó Pablito?”, que parece querer desperdiciar la oportunidad de dejar bien clavado un pacto de gobernabilidad.
“¿Cómo quieres que te quiera, si te quiero y tú no quieres que te quiera como yo quiero quererte?”, parece lamentarse Pablo Iglesias, mientras Pedro Sánchez se entristece: “qué triste estás Tristán, tras tan tétrica trama teatral”. Con él también están tristes otros tres tristes tigres –Albert, Pablo y Mariano- que ven cada vez más difícil poder comer trigo en el trigal. En este galimatías, la peor parte se la lleva el Partido Popular, aislado, con el que nadie quiere negociar, y al que todos los demás achacan que “cuando cuenta cuentos no cuenta cuantos cuentos cuenta, porque si cuenta cuantos cuentos cuenta, se sabrá cuántos cuentos cuenta”.
Digan lo que digan, solo es más ruido, puesto que para que haya posibilidades de investidura todo pasa por que alguien -y más de uno- digan Diego donde antes dijo digo. Lo que coloquialmente se conoce como bajada de pantalones, pero que nos presentarían como un “striptease” de categoría y digno de ver. De tal desnudo se conformaría un Gobierno que, no obstante, tendría poco futuro, porque cuando ya se hayan visto sin ropa –como suele suceder- el interés y el erotismo se desinflarán. 

Te puede interesar