Opinión

Borracho tú, tururú

El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, tal vez enervado por tener que deletrear siempre su apellido a los medios, ha tenido un calentón y ha afirmado que, mientras en la crisis del euro los países del norte han mostrado su solidaridad, los del sur, después de gastarse todo el dinero en licor y mujeres, solo exigen ayuda sin comprometerse con sus obligaciones.
En su particular batalla inventada de Norte contra Sur, los sureños somos borrachos y puteros, que vamos del trabajo al bar y del bar al prostíbulo antes de pasar por casa, cuando los nórdicos, después de trabajar duramente para el progreso de una gran Europa unida y solidaria, se refugian del frio en la entrañable calidez familiar de sus hogares. Esopo estaría satisfecho con esta revisión de su fábula de la cigarra y la hormiga en la que Jeroen se ve como el recto cabecilla calvinista de unas hormiguitas que se sienten utilizadas por las cigarras gorronas a las que habría que dar una lección.
El jefe del grupo europeo no contaba con herir la sensibilidad de los insectos del sur con esta opinión en la que cree profundamente, por lo que no ha sabido tampoco disculparse con sinceridad, a pesar de las críticas que han provocado incluso peticiones de dimisión. Ni por un momento se le ocurriría renunciar al cargo por muy alto que suene el canto de las cigarras ebrias, mujeriegas y descamisadas, que disfrutan haciendo el amor y derramando alcohol sobre una Europa seria y rica que él trata de preservar. Bastante tiene con continuar transigiendo con los privilegios de esta tropa latino mediterránea pendenciera que dilapida el dinero de los países ricos y productivos.
Pero que no se preocupe, que ni españoles, portugueses ni griegos le vamos a guardar rencor por unas declaraciones que puede haber hecho achispado, después de una copiosa comida de tedioso trabajo, ni por su manera de pensar egoísta, envidiosa y equivocada. Del mismo modo que es propio de nuestro carácter enérgico calentarnos con facilidad, no es menos cierto que no somos personas abonadas injustamente al rencor. Así que, parafraseando la canción de Los Brincos, ¿borracho yo? Tururú, borracho tú Dijsselbloem, como mínimo. 
 

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