Opinión

RECUERDO DE UNA INFAMIA

Andan los responsables del Congreso buscando por los techos del viejo caserón de la Carrera de San Jerónimo, las marcas de los disparos de Tejero y sus guardias que han borrado el último adecentamiento del hemiciclo.


Eran las huellas que dejó la infamia del intento de un golpe de Estado, que a punto estuvo de dar al traste con la recién nacida democracia, después de tantos años de una dictadura ignominiosa. Las obras de acondicionamiento del palacio, donde reside la soberanía popular, han costado ya la friolera de más de cuatro millones de euros. Es verdad que el venerable edificio ha sido objeto de múltiples ampliaciones, que incluso han cruzado la calle para 'ocupar' un edificio de la acera de enfrente, pero lo que necesitaba una reforma en profundidad era su techumbre donde se ha descubierto que las vigas de madera se están pulverizando. La torrentera de agua que hace unos días bañó los escaños de los diputados de Izquierda Plural y la tribuna de invitados, desde la que un grupo de japoneses contemplaba estupefacto como una cortina de agua caía sobre sus cabezas, fue una broma comparado con el riesgo de desplome que sufre la cubierta.


Dicho esto, la ampliación del gasto, en un momento de duros recortes en derechos sociales, el último incluso afecta a los medicamentos para enfermedades muy graves que se dispensaban en los propios hospitales de forma gratuita y que ahora entran también en el copago, parece justificado por el riesgo de derrumbe.


Lo que ya no tiene tanto pase es que se gaste ni un duro más tratando de recomponer los agujeros de las balas de una noche de febrero de infausto recuerdo. Los españoles no necesitan ver esos desconchones en la escayola para saber el valor de la democracia y la obligación de defenderla. Si ha habido un error en los responsables de repintar el techo del hemiciclo, que se le va a hacer. Pero no están los tiempos para gastar más dinero haciendo unos falsos huecos que recuerden la 'hazaña' de Tejero y sus 'valientes' guardias, obligando con sus armas a tirarse por el suelo a los diputados desarmados.


La tendencia al alzamiento militar contra el orden democrático establecido por las urnas ha sido una constante en la historia de España en los dos últimos siglos. Sería conveniente que en la depauperada educación de los jóvenes españoles se les instruya sobre estos hechos vergonzosos para que la historia no vuelva a repetirse.


La mejor vacuna contra los totalitarismos o los golpes de estado militares es la educación en el respeto a los valores democráticos, las huellas de unos disparos no protegen ni salvaguardan el futuro de un Estado.


Déjense pues de buscar donde estuvieron, bajo que rejilla recientemente colocada se perdió el rastro de los disparos, y dedíquese los fondos a instruir donde se debe, que es en la escuela, a las futuras generaciones para que ese peligroso y grotesco episodio no vuelva jamás a repetirse.

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