Opinión

Entre la UE y la OTAN y la patronal

Las ministras de Economía, Defensa y Trabajo tienen que sortear, en los próximos días, vetos que pueden cambiar el sesgo de los proyectos de Pedro Sánchez.
Empecemos por la cita de la OTAN, teniendo en cuenta que Trump ya ha llegado a Bruselas. Viene el presidente norteamericano con las ya conocidas exigencias de mayor aportación económica a la defensa común y aumento de la inversión en armamento. Con los presupuestos aprobados, y la negativa de Bruselas a un incremento del déficit público, Margarita Robles solo puede decir: No. A cambio va a llevar por escrito la colaboración a la defensa común que las ropas españolas desplegadas en Líbano, África, etc.. están realizando. Pero como Trump entiende poco de sutilezas, pretende comparar su despliegue militar por el mundo, siempre en defensa de sus intereses, por supuesto, con el español. De momento, a través de su cuenta de Twitter, menosprecia nuestro despliegue.
Con respecto a Bruselas y su control de las cuentas públicas de nuestro país el tema es más espinoso. Porque, al fin y al cabo, a Trump lo único que le interesa de este viaje a Europa es su cita con Putin por lo que el tema del gasto en defensa de España es una banalidad.
Pero la ministra Calviño va a tener más complicado no comprometerse a respetar el 2`2% de desviación del PIB que el anterior Gobierno de Rajoy había pactado con Bruselas.
No se pueden llevar a cabo los gastos sociales que pretende Sánchez sin romper el tope de déficit impuesto por la UE. Curiosamente ese estricto control de gasto, impuesto por el equipo de la canciller Merkel en los años fatídicos de la crisis, es de las pocas cosas que se sigue manteniendo a ultranza en la UE. Cuando los acuerdos migratorios se desmoronan e incumplen, cuando precisamente Merkel ve peligrar su coalición de Gobierno por diferencia sobre los cupos de refugiados, cuando Schengen está a punto de saltar por los aires, la austeridad sigue como única norma.
Y el último escollo, que afecta a la ministra Magdalena Valerio, tiene su sede en la patronal. No ha caído muy bien, por no decir que ha caído fatal, el anuncio de una subida de impuestos a las empresas. Tanto Rosell, desde la CEOE, como Garamendi, desde CEPYME, "advierten" de que un aumento en los costes haría peligrar el acuerdo de la subida salarial. Traducido: si se sube el impuesto a las empresas no se suben los salarios. Los sindicatos han puesto el grito en el cielo, ahora que están a un paso de apuntarse el tanto de un incremento del 3%.
Pero, frente a tanta amenaza velada, conviene recordar que en la crisis el impuesto de sociedades se bajó del 35% al 25% y que el tipo mínimo se quiere fijar en el 15%. Que la recaudación se ha estancado por las pérdidas que generó la crisis y por la internacionalización de la actividad empresarial. Que en Francia las empresas pagan el 44`42% y en Bélgica el 33%.
Mal van a sustentar las arcas públicas los asalariados españoles cuyos sueldos, devaluados, año tras año, no logren ahora, cuando se viven tiempos de alegría, una subida del 3%. "Hacienda somos todos" pero a los empresarios les gustaría salirse del club.

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