Opinión

Cuerpo a cuerpo

La guerra intestina socialista, que tantos bríos ha recuperado tras la sorpresa de los avales, se juega ahora en el cuerpo a cuerpo. Se ha pasado de las definiciones a los insultos a medida que las fuerzas se ven más igualadas. Mientras, en el aparato, crece la preocupación por la ruptura de unas siglas centenarias. También entre la militancia se teme lo peor: que las heridas sean tan profundas que no haya congreso que las restañe.
En caso de ganar Susana Díaz, no es muy creíble que al día siguiente, como ha dicho, vaya a llamar a los dos otros candidatos para recuperar la fraternidad. Puede que llame a Patxi López, pero demasiados insultos la separan de Sánchez. Y, además, nada de lo que pueda ofrecerle le compensará de su aspiración de poder. Sin contar con que la idea de partido no puede ser más antagónica entre ambos.
La presidenta andaluza creía que su camino iba a ser más fácil y que su principal escollo estaba en el PSC, que la considera demasiado centralista para el gusto catalán. Pero Sánchez ha encontrado aliados combativos, incluso en Andalucía, y su mensaje de un partido por y para la militancia ha calado en las bases. No deja de ser una absoluta demagogia la descripción de un partido de la gente y no de los cuadros de poder, pero tiene gancho. Era su único asidero y lo está utilizando a fondo.
Ayer, decía el presidente extremeño Fernández Vara que cuando la militancia y los votantes de una formación se distancian, el resultado electoral suele ser catastrófico y, seguramente, los votantes socialistas no se sientan concernidos por las apelaciones de Sánchez.
No parece, sin embargo, que las continuas ofertas de recuperar el poder que vende Susana Díaz le garanticen un triunfo que parecía incontestable hace tan solo unos meses. Y eso que la actual degradación política provocada por la corrupción que embarra al PP está creando un escenario donde un PSOE fuerte y con propuestas volvería a ser alternativa. Si, incluso, ha subido mínimamente en la encuesta del CIS, a pesar de la bronca interna.
Pese a que Pedro Sánchez ha cambiado el ideario esta última semana y del "estado plurinacional" ha pasado al concepto cultural del término nación. También la posible confluencia de la izquierda con Podemos ha quedado descartada, de momento, sus expectativas de voto fuera de las siglas son tan pobres como todas las veces anteriores en las que encabezó las listas del PSOE.
No resulta extraño que Albert Rivera este poniendo velas para que gane Sánchez, con la esperanza puesta en recoger a los votantes socialdemócratas que no se fían de que incumpla sus promesas y vuelva a intentar un gobierno con el Podemos salido de Vistalegre.
Como también es lógico que Pablo Iglesias desee ardientemente que Susana Díaz se haga con el poder socialista para presentarse como la verdadera fuerza de la izquierda y la única alternativa para los desfavorecidos de la recuperación económica. Nunca la batalla interna de una formación política había creado tanto interés como el cuerpo a cuerpo que enfrenta ahora a Sánchez y Díaz. Y nunca el PSOE había corrido tanto riesgo de desaparecer del panorama político español. Sería un escalón más en el declinar de la socialdemocracia europea. Esperemos que España siga siendo diferente.

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