Opinión

El puerto: alerta roja

Hace más de un cuarto de siglo desgranábamos ciertas reflexiones sobre el puerto en este medio y acudimos a las hemerotecas para recordar algunos pasajes de la época vigentes todavía hoy.

Tanto en “Un puerto sin ideas” como en “El puerto de Vigo está dormido” nos preocupaba lo siguiente :

“Para elevar el puerto a la categoría de foco creador de riqueza en beneficio de la mayoría de la ciudad no hay duda que pasa por cambios bruscos en todas sus estructuras ”. “Todos sabemos que este puerto no es competitivo o mejor dicho no se sabe hacer competitivo”. “El puerto de Vigo debe ser tratado como la primera empresa de la ciudad que es”. “ Los auges económicos y operacionales de puertos cercanos nos obligan a pensar que existe un desafortunado conformismo en este puerto”. “ El puerto debe evitar la fuga de fuerzas económicas que se encuentran a disgusto”. “ Hay que recalcar que los puertos vecinos no descansan para ofertar mejor e incrementar sus movimientos de mercancías.”

Para botón de muestra es suficiente y viene a cuento ante una reciente editorial de un medio local. “Alerta amarilla en el tráfico de cruceros”. Por fin, bienvenidos al club, eso sí, con una alerta de baja intensidad.

Dentro de este galimatías que son los puertos gallegos, entre autonómicos y estatales, que tarde o temprano están abocados u obligados todos a recibir una cirugía de choque urgente para racionalizar con sentido común la oferta atlántica y abandonar nuestras absurdas “ taifiñas”, hay que poner orden. Pero volvamos a lo nuestro.

Los cruceros no dejan un euro y ya lo dijo un consignatario que ya no está entre nosotros, otra cosa es el impacto turístico que generan y que no hay manera de negociar con las navieras desde lo público o lo privado ya que falla totalmente o mejor dicho no existe una campaña turística que coloque a Galicia o Vigo en el mapa, cuando leemos o se publica los folletos turísticos así nos lo confirman.

¿Y la comunidad portuaria que dice a todo esto?. Cada uno con su taifa, no son capaces de entrar con mando en plaza y decirle a los políticos, que solo miran a su ombligo que “así no se puede seguir”, menos fotos o sus cocinadas estadísticas.

Debería ser la comunidad portuaria a través de una terna los que tenían que nombrar al máximo responsable del puerto, la alternativa de un presidente empresario del puerto debe entrar en el debate, no pueden arribar al puerto políticos buscando el trampolín que los catapulten al puesto soñado o dorado.

Y aún por encima sin ninguna formación e ignorantes en la gestión portuaria, el último nombramiento simplemente lamentable, que causó el conocido malestar en el sector.

Los vigueses esperan explicaciones, todavía, de los gastos millonarios realizados por los últimos inquilinos en la poltrona portuaria, inversiones en infraestructuras sin finalizar dentro de su estrategia electoral, falta un plan general a medio y largo plazo, destituciones y movimientos de personal que luego al perder los juicios hay que reincorporarlos y el caso del último director cesado pende como una espada de Damocles sobre este político llegado al puerto a dedo que flota por las dependencias portuarias.

Por lo tanto de “Alerta amarilla” nada ,vayan cambiando la editorial de la cual entrecomillamos “hace falta mucha gestión, negociación y saber encantar a las navieras, batirse por ellas. Todo menos dormirse en los laureles”, “ Ese privilegio de la naturaleza que goza Vigo”, “ser linces en la política comercial“, “arremangarse y ponerse manos a la obra”.

Insisten con otra editorial sobre “ Cruceros”, mira que son pesados, “ Vigo debe recuperar el tráfico de cruceros, se lo facilita la naturaleza ,la bahía y el clima “ nos reiteramos ,bienvenidos al club, pero no hay masa gris , el puerto necesita profesionales no floreros. Y a los que solo piensan en hacer caja animarles a que hay que contar las verdades del barquero. Vigo no aguanta una comunidad portuaria anestesiada ante esta galopante recesión que está abocando a la emigración, en este caso, a personas formadas con alta cualificación que tanto dinero ha costado al erario público.

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