Opinión

Opiniones del pasado presente

Esta vieja manía mía de andar metiendo el hocico en el pasado suele generar en mi entorno la sospecha de que soy un tipo nostálgico y más interesado por lo que fue que por lo que será. Los que así piensan probablemente tienen razón, porque existe un día en la vida en el que uno se percata de que el camino que queda por recorrer es corto y lo que es peor, en realidad genera un interés muy relativo. Personalmente creo que no es bueno recrearse exclusivamente en lo que uno ha vivido hasta allí, pero tampoco creo que sea muy inteligente despreciarlo porque las enseñanzas que se obtienen en la reflexión de los errores cometidos consiguen incluso evitar repetirlos, una opción que se puede adoptar con carácter individual pero que es más provechosa cuando sirve de enseñanza para toda una sociedad. Desgraciadamente, este país nuestro no es muy partidario de aprender de los errores antiguos y tiende a despreciar las experiencias cumplidas. La conclusión es obvia. Los españoles somos algunos de los muy pocos animales que tropezamos treinta veces en la misma piedra y seguimos sin enterarnos.
Las incursiones cinematográficas en los sucesos más decisivos del último tercio del siglo XX que ahora son ya historias que podemos contar los más veteranos, producen en la generación que los vivió a pie de campo sentimientos encontrados pero en general muy vívidos y emocionantes. Es seguramente por eso por lo que  he estado por ahí buscando retazos de la vida y la andadura profesional de uno de los más ilustres mitos posibles del periodismo contemporáneo en un intento más de solazarme con aquella manera tan loable de practicar el oficio cuya aplicación ha caído irremediablemente en desuso porque ya nada es igual que entonces y ese modo de concebir la información se cae a pedazos de puro romántica. El ejemplo es, naturalmente, Benjamín C. Bradlee, el bostoniano e histórico director del “Washington Post” bajo cuya batuta el periódico se convirtió en un fecundo ejemplo de dignidad e independencia durante los años más oscuros de la administración Nixon equiparables seguramente o aún peores, a los que Trump está protagonizado. He encontrado el recuerdo de uno de sus redactores que vale la pena analizar: “Procura no meter la pata. –le dijo Bradlee- porque si te equivocas vas a tener que cargar con ese errores todos los años de tu vida. Pero si no lo cometes, podrás volver a escribir mañana”   
 

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