Opinión

El gran descubrimiento de ERC

Parece que la dirección de Esquerra Republicana de Catalunya ha aprovechado el paréntesis navideño para descubrir una sencilla verdad, la de que con el 47 por ciento de los votantes, esto es, con bastante menos de la mitad del electorado, no pueden sacar adelante su proyecto de secesión. Y al rebufo de semejante descubrimiento, han hallado una solución: ser más.
Eso de ser más, de concitar el máximo de adhesiones y convencer al máximo de gente es, como todo el mundo sabe, el fundamento y la aspiración de los partidos políticos en democracia, pero los cabecillas de la rebelión no habían advertido, el parecer, ese detalle. Otro detalle, el de que los "dueños" de Cataluña no son sólo los empadronados en ella con derecho a voto, sino, por pertenecer Cataluña a España, todos los españoles, también lo habían pasado por alto, tal vez a causa del frenesí en que se hallaban subsumidos.
Pero dejando momentáneamente a un lado éste último detalle y volviendo al primero, no deja de ser una buena noticia, posiblemente la única buena procedente de ese mundo ferviente y cerrado, que estén en un tris de allanarse a esa sencilla verdad y de cifrar en un apostolado potente, extenuante si es preciso, el éxito futuro de su ideal. En este punto, han de discurrir cómo desembarazarse de Puigdemont, ese señor de negro que se pasa por el forro no sólo las verdades sencillas, sino cualquier clase de verdad. Sin las galas de "president", sin el tratamiento de "molt honorable" y sin el carnet de adalid de la emancipación, Puigdemont es nada, nada de nada, de modo que ERC sabe de la inutilidad de tratar de convencerle por la vía racional.
¿Qué hacer, pues, para quitarse esa inmovilizante china del zapato que ha de transitar por la nueva andadura, por el nuevo proyecto de intentar ser más? Muy sencillo: que siga de turista a gastos pagados en Bélgica, haciendo el friki, mientras Junqueras sale de cárcel o le trasladan a una más cercana al Parlament que le permita la investidura y/o asistir a los plenos.
Lamentablemente, ERC no se lo pensó muy bien al buscarse un socio como Puigdemont, maestro de la trapacería y del arte de birlibirloque, que no tiene detrás más que las ruinas de un partido corrupto y al que no le queda otra, en puridad, que explotar el victimismo mesiánico que le permitió quedar el tercero en las elecciones y huir con eso hacia adelante. Ojalá esa circunstancia no desanime a Esquerra en su nuevo plan, perfectamente legal y legítimo, de intentar ser más.

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