Opinión

Si el ausente se hiciera presente

Si Oriol Junqueras y sus compañeros encarcelados siguen cautivos, en prisión preventiva en tanto se celebre el juicio por los delitos de los que se les acusa, es, conviene recordarlo de vez en cuando, porque Puigdemont y el resto de cabecillas de la insurrección se fugaron de España, hurtándose a la acción de la Justicia, porque han tenido por ello ocasión de destruir las pruebas que han querido, y porque, como se sabe, han venido reiterándose en la comisión, bien que a distancia, de los mismos delitos. De no haber sido así, de no haber huido la mitad de los patrocinadores de la asonada secesionista, no se sostendría jurídicamente la circunstancia de mantener a esas personas privadas de libertad en espera de juicio. Menos aún se sostendría políticamente.
Pero tan cierto es eso, que Oriol y sus pares siguen presos por los hechos descritos que determinaron según la legalidad vigente la conveniencia de su reclusión preventiva, como que mantener durante un año esa situación resulta devastador para lo que la nación necesita y los españoles desean, el encauzamiento político, en términos de cordura y civilidad, de un problema, la llamada cuestión catalana, que se sabe no podrá resolverse ni desde la unilateralidad ni desde la violencia. Esto de que un asunto político de fuste quede exclusivamente en manos de los tribunales de Justicia, que han de ceñirse al Código y proceder punitivamente sin más dibujos ni consideraciones, es un legado del Gobierno de Rajoy, que resignó en ellos, en los tribunales, lo que no quiso o no supo gestionar desde la política.
Salvo en los casos de delitos monstruosos, de violencia y de sangre, y en los que les suceda la máxima celeridad en la celebración de los juicios, mantener privadas de libertad a personas que no han sido condenadas es radicalmente injusto, y atormentador no únicamente para ellas, sino para sus familias. Pero es que en éste caso, además, la puesta en libertad condicional y vigilada de Junqueras y los otros presos contribuiría poderosamente no sólo al mejoramiento de la situación, por carecer entonces el independentismo de mártires de primera (los fugados, de ser mártires, lo serían de cuarta por fugados precisamente), sino que el hasta ahora "ausente" que le ha venido tan bien a Puigdemont por su ausencia, por tener lejos e inerme al que pudiera disputarle su supremacía, se haría "presente" en la endiablada pero hasta ahora desigual pugna que mantienen las diversas facciones secesionistas, con los resultados que cabe imaginar.
La derecha, no sé si ciega por electoralismo ultra o por gusto, no se entera de que plantear éstas cuestiones, cual con mayor o menor acierto y timidez plantea el Gobierno, es una acción ineludible en éstos momentos. En todos los momentos.

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