Opinión

NEW YORK, NEW YORK


Zapatero intervino en la asamblea general de la ONU con un discurso muy en su línea del buenismo, pero al presidente hay que perdonarle en esta ocasión: solo faltaba que acudiera a la Asamblea General, cita de los grandes dirigentes del mundo en el mes de septiembre, para mostrar en carne viva las heridas que sufre España.

El presidente del Gobierno hizo un discurso esperanzador, con una España que sale ya de la crisis. Se entiende. No iba a espantar a inversores o preocupar a los jefes de gobierno europeos, por ejemplo, con datos sobre la situación real. Bienvenido sea el buenismo de Zapatero en determinadas ocasiones. Y ésta era una de ellas.

En sus citas neoyorquinas el presidente no fue excesivamente allá en su defensa de los intereses de España, excepto en su discurso de Naciones Unidas.

La reunión con Mohamed VI la definió muy bien con la frase que escucharon perfectamente los redactores gráficos: “La foto es lo que más importa”. Pues no. Importa la foto, por supuesto, reunirse con el rey de Marruecos es un puntazo, sobre todo cuando Zapatero no ha estado sobrado de encuentros de primer nivel en este foro de New York New York en septiembre en el que coinciden en la sede de la Organización de Naciones Unidas los hombres y mujeres más importantes del mundo. Zapatero dijo tras el encuentro con Mohamed VI que había sido muy positivo, pero no trataron ninguna de las cuestiones que se esperaba iban a estar sobre la mesa. Entre ellas la del Sáhara Occidental, el eterno conflicto que eternamente envenena las relaciones entre los dos países.

Declaró Zapatero que Marruecos había tenido una colaboración importante en la solución de los incidentes ocurridos hace días en la frontera de Melilla. Pues claro. Marruecos era el que los había provocado, cargando contra la actitud de las agentes femeninas de la Policía Nacional, y en su mano estaba finalizarlos cuando lo considerara conveniente.

Asunto muy distinto fue el desayuno mantenido en la residencia del embajador español en Naciones Unidas con un grupo de financieros, analistas económicos y profesionales de bancos de inversión de Estados Unidos. Zapatero les ha dado bastante caña en los últimos años con declaraciones en las que les culpaba de la crisis económica que sufría el mundo, y cuando todos esperaban que en esta ocasión limara asperezas, resulta que Zapatero reiteró el mensaje: la culpa de la crisis española la tiene en parte la quiebra de determinadas instituciones financieras de Estados Unidos y de Europa.

Así, evidentemente, no se hacen amigos. Así, evidentemente, no se atraen inversores. Así, evidentemente, no se logra que los financieros americanos demuestren excesivo entusiasmo por respaldar operaciones en España aunque les asegurase que las reformas que había emprendido su gobierno darían un giro a la situación.

En fin. Zapatero es así.

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