Opinión

Náusea

José Blanco ha dicho que cuando mencionó el ‘plumero’ de Rajoy se refería a que el presidente del PP tiene agenda secreta, pero al ministro de Fomento se le ha visto el plumero: buscó una explicación inmediata ante la reacción adversa a su comentario. Que sea creíble esa explicación es otra cosa. Y es que, con el calentón que provoca verse en lo alto de un escenario, más el nivel al que ha llegado el debate político en los últimos tiempos, parece que hay que caer en el exabrupto para estar en la onda, para conseguir un titular. Si en la televisión algunos programas han llegado a un nivel de mal gusto, ordinariez y morbo que no tienen pase, pues hay protagonistas de la política que han debido pensar que es lícito entrar en ese deleznable juego. El alcalde de Valladolid ha cometido un falta de educación imperdonable al hacer comentarios groseros sobre el físico de Leire Pajín, pero una vez que ha pedido perdón y se han condenado sus palabras sin paliativos y lo han hecho incluso las personas de su partido, en lugar de pasar página -y más vale hacerlo antes de que se tire de hemeroteca para recordar frases igualmente condenables y de pésimo gusto realizadas por políticos de todas las siglas y tendenciasse ha seguido en la línea de descalificaciones que en nada favorecen la vida pública. Blanco ha sido el último ejemplo, pero no el único. Desgraciadamente. Quedan unos meses para las elecciones y algunos representantes de la clase política, en lugar de presentar su mejor cara tratando de captar el voto que les lleve al triunfo, abren la caja de los truenos con una estrategia que produce náusea. No está España como para caer en el debate barriobajero y soez y, sin embargo, personas de gran influencia y proyección pública no tienen el menor empacho en entrar de lleno en ese espectáculo nada edificante. Y el que esté libre de culpa que tire la primera piedra; porque no sólo Blanco y León de la Riva han pronunciado frases que provocan sonrojo, sino que la lista es larga y de todos los colores. Y los responsables de los partidos se han tomado el insulto y la grosería a título de inventario, de manera que han dado vía libre al todo vale. En el capítulo insultos, en el capítulo mentiras y en el capítulo palabra incumplida. Zapatero ha hecho bromas en el comité federal por engañar a todos al decir que no iba a hacer más cambios en su gobierno que sustituir a Corbacho. ¿Es la mentira algo con lo que se puede bromear? El presidente tiene derecho a ocultar la dimensión de la crisis, pero no al engaño. Ese comité federal ha proclamado candidato a la alcaldía de Benidorm a un tránsfuga del que dijo que jamás volvería a ser candidato. Otro engaño, además de una ilegalidad, hay una ley que prohíbe amparar al tránsfuga. Y Montilla dice ahora que no piensa repetir el tripartito. Lo dice porque no le salen las cuentas, pero sus declaraciones sirven para recordar que Zapatero le prometió a Artur Mas, a cambio de aceptar las modificaciones del Estatut, que si CiU ganaba las elecciones nuevamente no se repetiría el tripartito. Se repitió, lo que indica el valor de la palabra del presidente. Pena de país con dirigentes políticos que engañan, mienten e insultan. Pena de país.

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