Opinión

JIMÉNEZ NO ACIERTA

Prometía, pero Trinidad Jiménez va de equivocación en equivocación desde que fue nombrada ministra de Asuntos Exteriores a pesar de que ansía ese puesto desde años atrás y por tanto ha tenido tiempo de prepararse para saber cómo actuar llegado el momento.

Se equivocó con los primeros nombramientos, lo que ha provocado una incomodidad grande entre los profesionales; se ha equivocado al elegir como primeros destinos -con excepción de Bruselas- dos países iberoamericanos con gobiernos de dudoso talante democrático, Bolivia y Ecuador, y se ha equivocado estrepitosa e incomprensiblemente al analizar lo ocurrido tras la devastación del campamento de Gadaym Izik y la posterior confrontación que se produjo en El Aaiún entre la policía marroquí y la población sarahaui, que se ha saldado con un número aún no concretado de víctimas mortales en ambas partes y varias docenas de heridos.

De todos los que conocen a Trinidad Jiménez es conocida su relación afectuosa con miembros relevantes del gobierno marroquí, país que visita con frecuencia. Correcto. Lo que ya no tan correcto es que, como ministra, no haya pronunciado una sola palabra de condena a la violencia con que las fuerzas de seguridad entraron en el campamento saharaui, un campamento en el que unas veinte mil personas protestaban por sus condiciones de precariedad laboral, sanitaria y habitacional. Ni es tan correcto tampoco que en esas declaraciones se haya expresado como si España no estuviera concernida por el problema del Sáhara, cuando como ministra debe saber que la propia ONU adjudica a España un papel determinante en la solución del conflicto e incluso dictaminó que es a España, como antigua potencia colonizadora, a la que correspondería la administración del territorio mientras no se celebre un referéndum; aunque en el dictamen se recoge también que España no puede realizar esa función porque Marruecos se ha anexionado ilegalmente el Sáhara Occidental.

Sin embargo lo peor de la posición de Trinidad Jiménez no es que haya echado balones fuera como ministra y haya trasladado el problema a la ONU, sino que lo que más chirría en sus declaraciones es que no pronunció una sola frase de condena por la forma en que Marruecos desmanteló, a sangre y fuego, un campamento con miles de personas que en el momento de la ocupación dormían tranquilamente. Luego, en las calles de El Aaiún, los saharauis respondieron con una violencia inusitada y provocaron muertos y heridos en las filas policiales, lo que es absolutamente rechazable, pero a Jiménez le faltó contundencia a la hora de valorar la actuación del más fuerte.

Hace tiempo que el PSOE ha dado un giro total a su política respecto a los saharauis, ha dejado “tirados” a aquellos que tanto defendía antes de alcanzar el gobierno. Pero nunca se había ido tan lejos en el desapego al pueblo saharaui como se ha ido ahora.

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