Opinión

La ciudad

Hace unos días ponía como ejemplo de gestión municipal en estos últimos 25 años, a la ciudad de Bilbao pero, ¿qué es una ciudad?
A lo largo de la historia, la definición de ciudad nunca ha sido definitiva. Convencionalmente se ha intentado consensuar un delimitación con el pueblo, a base de considerar como ciudad a aquella que sobrepasase los 10.000 habitantes, acuerdo siempre muy discutido. La mayoría de las definiciones a tener en cuenta, giran alrededor de considerar como ciudad a las aglomeraciones urbanas densas, organizadas para la vida colectiva, con servicios públicos autónomos para el total desarrollo de la convivencia social, cultural, educativa, económica, etc., ajenas a la agricultura y la ganadería como sustento fundamental de las mismas. 
A mi modo de ver, esta es una consideración estática y algo desfasada del concepto de ciudad moderna, algo a modificar a día de hoy, cuando a este criterio es preciso añadir la actitud dinámica necesaria para el progreso de las ciudades, verdaderos motores de la economía, la cultura y desarrollo social y competitivo junto a sus áreas de influencia. Hoy la economía ya no gira tanto alrededor de las naciones, como de la capacidad competitiva de sus ciudades y sus áreas metropolitanas, con ámbitos de influencia en los que el ciudadano pueda desplazarse en poco tiempo, para la resolución de sus actividades diarias.
El primer requisito que se le exige a una ciudad moderna es su dinamismo, su especialización, disponer de un objetivo, una estrategia para conseguirlo, un instrumento legal para llevarlo a cabo y toneladas de gestión, todo ello en sintonía entre los sectores públicos y privados, desde las distintas administraciones trabajando al unísono en pos del objetivo propuesto, pasando por el conocimiento y el trabajo al servicio del afán común, y del capital y la iniciativa privada como motor de desarrollo.
En manos de nuestros políticos está el decidir, tras los oportunos estudios al respecto, el tipo de ciudad que queremos a la hora de ser eficientes en el mundo global en el que hemos de competir. Una vez decidido el tipo de ciudad a potenciar, buscar las estrategias adecuadas que nos lleven a rentabilizar al máximo la decisión, diseñando  los instrumentos a conseguir para ser efectivos en el objetivo propuesto (Plan estratégico). Una vez clarificado todo ello, habrá que diseñar un instrumento legal que contemple las necesidades a llevar a cabo para la consecución de tales pretensiones (Plan General), para finalmente, gestionar lo necesario para recoger los frutos esperados, coordinando todos los esfuerzos con las distintas administraciones y ofreciendo a la iniciativa privada los suficientes retornos de capital para captar las necesarias inversiones. Esta es la dinámica de una ciudad moderna.
En el caso de Vigo, convertir la ciudad estática, anclada en planteamientos y actitudes arcaicas de competencia pueblerina, en el corazón de una moderna área metropolitana, requiere una total y profunda transformación. Ni existe decisión alguna de la ciudad que queremos a la hora de ser competitivos, ni estudios encaminados a tal fin, ni acuerdo político alguno al respecto, ni Plan estratégico que marque las pautas para conseguirlo, ni Plan General que contemple las previsiones de crecimiento para ello, ni coordinación ni cooperación con las distintas administraciones, ni gestión alguna a los efectos de atraer inversiones, ni lo que es peor, planteamiento alguno al respecto, ni conciencia de su necesidad, ni población exigente sobre el particular.
Por poner un ejemplo, sector del automóvil aparte, Vigo dispone de una ventaja natural impagable, nuestra ría, su puerto de abrigo, sus espacios y su gran calado, lo que junto a los puertos de Marín y Villagarcía, con especializaciones propias, podrían constituir el gran puerto Galicia sur. Tan pronto finalicen las obras de ampliación del canal de Panamá, los enormes buques porta contenedores que operan en el Pacifico, podrán cruzar al Atlántico y necesitarán puertos adecuados con calados imposibles en los principales puertos europeos. Esos puertos precisarán de áreas logísticas importantes, de transporte ferroviario ágil y abundante, tanto con el centro de la península como con el resto de Europa, y de puertos especializados y adaptados a las necesidades de atraque, como de carga y descarga. 
Llevo clamando en el desierto con esta matraca, desde el mismo día en que se acordó la ampliación del canal, sin el menor éxito ni de acción ni de atención, viendo como en su lugar no se toma acuerdo alguno sobre la ciudad que queremos, hacemos planes estratégicos sin antes saber a donde vamos ni que pretendemos, para finalmente acabar en un cajón, con planes generales cargados de demagogia, que lo único que pretenden es repartir edificabilidades y servir de financiación a los partidos y a sus recaudadores, estamos enfrentados a todo bicho viviente, ya sean ayuntamientos vecinos, administraciones, instituciones y todo lo que se mueva, incluso dentro de la propia ciudad, sustituyendo gestiones por permanentes falsas promesas, ahuyentando a todo inversor que ingenuamente pone el pie en nuestros lares, clamando por un AVE que no nos va a hacer mas competitivos, en lugar de por las conexiones directas para mercancías con Madrid para convertirnos en el puerto de la capital y con los Pirineos para hacernos puerto base para Europa, contentándonos con cambiar nuestras aceras, con falsas y fantasiosas promesas y con los fracasos de nuestros vecinos.
Inevitablemente, el criterio definitorio entre la ciudad y el pueblo, nada tiene que ver con su número de habitantes.

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