Opinión

La Ciudad del Frío: un lujo por la borda

Si anteayer ponía como ejemplo de hacer gestión y ciudad a Bilbao, y ayer diferenciaba la ciudad moderna del pueblo y de la ciudad anquilosada, hoy y de nuevo con el dolor de Vigo en el corazón, le toca el turno a la ciudad que pudo ser, y que por intereses mezquinos se ha echado por la borda. Me refiero a la perdida “Ciudad del Frío”, todo ello a rebufo de un artículo publicado por Atlántico Diario el pasado domingo.
Lógicamente no voy a hablar, como la ciudad que pudo ser, de fantasías, mentiras, barrabasadas y brindis al sol de los que tanto sabemos y con lo que tanto se ha engañado a los vigueses, sino de algo real, que conozco perfectamente, en primera persona, que “estaba hecho”, y que por intereses de partido, ambiciones y vanidades de máximos “responsables” de la ciudad, se ha venido abajo.
A mediados de 2002 y con los primeros trabajos del Plan General de Ordenación Municipal (PGOM) que se estaba confeccionando, como gerente de la asociación de promotores de la ciudad, y estudiando las posibles alternativas de desarrollo a considerar, confeccioné un informe en el que, entre otras zonas, proponía la transformación de toda la franja entre el Berbés y la calle Coruña, en un enlace de corredor urbano entre el Vigo central y la zona de Bouzas-Traviesas, entonces y ahora ocupado por toda una serie de industrias en proceso de desaparición, otras deslocalizadas, ruinas y actividades ajenas a lo deseable para la próxima ubicación del Palacio de Congresos. 
La propuesta fue bien acogida, de entrada, por la dirección del Plan, quien se comprometió a recogerla si contaba con el consenso de las distintas industrias allí ubicadas. Personalmente inicié toda una serie de contactos, gestiones y trabajos, a lo largo de dos años, que habrían de fructificar al conseguir el acuerdo, tanto de los industriales propietarios de la segunda línea (10 industrias), como de los concesionarios de la primera (16 industrias), y contar con el beneplácito de la Autoridad Portuaria (Julio Pedrosa) y de la Zona Franca (Pablo Egerique). Presentado el acuerdo inicial y con el beneplácito del equipo redactor y del propio Ayuntamiento (Corina Porro y Chema Figueroa como concejal de urbanismo), se iniciaron los trabajos de planificación de la zona, así como de los terrenos a los que habría que trasladar las industrias y dar cabida a las nuevas que se apuntaran para el nuevo polígono, que en inicio, bautice yo mismo como “ciudad de la pesca”, al que posteriormente se le llamó “ciudad del congelado” y finalmente “Ciudad del Frío”. El traslado de las industrias supondría la transformación de la ciudad en su contacto con el mar, potenciando el Palacio de Congresos, insertado así plenamente en una trama urbana residencial-comercial de primer orden. Al mismo tiempo, la ciudad del frío se llevaría a cabo contando con los servicios e instalaciones mas modernas de Europa sobre el particular, para lo que nos documentamos sobradamente. Se encargó a la consultora DosValor el estudio de viabilidad de todo el proceso, que resultó plenamente rentable y con demanda suficiente. Para la ejecución de Orillamar se programó acometer al tiempo el Palacio de Congresos y el subsuelo de toda la avenida, con el trazado subterráneo de prolongación del corredor actual, que habría de contar además con el trazado ferroviario de comunicación del puerto con el relleno de Bouzas. En definitiva, las gestiones estaban hechas, el Plan contemplaba toda la operación y un estudio de viabilidad lo avalaba, con acuerdos entre todos los empresarios y, por vez primera, con las administraciones a operar. Nunca se habían sembrado en Vigo acuerdos tan unánimes público-privados, para una transformación profunda de la ciudad y de su trama industrial. 
Desgraciadamente, en 2005, Julio Pedrosa (PP) pasaba el testigo en el Puerto a otro político (PSOE), enfrentado visceralmente con la entonces alcaldesa, mientras en Zona Franca, también Pablo Egerique (PP) hacía lo propio con López Peña (PSOE). La guerra entre las tres administraciones volvió a ser encarnizada, y de nuevo Vigo pagaba el pato de miserables enfrentamientos endémicos en esta ciudad, que acabaron definitivamente con una nueva e imprescindible transformación de progreso para Vigo. Hoy, quien entonces regía el Puerto, lo hace ahora en la ciudad, batiendo marcas de enfrentamientos con propios y extraños, con un Plan General de chicha y nabo, sin llevar a cabo ningún tipo de gestión encaminada a objetivo alguno, y menos de la envergadura de tal transformación, que como se citaba en el mencionado artículo publicado en Atlántico Diario, está llevando las industrias fuera de la ciudad, arruinando la zona y como apunta el gerente de Asime, dejando a Vigo sin emplazamientos para nuevas industrias. El Palacio de Congresos es un fracaso, el hotel anexo una ruina, la promoción de Cordelerías atacada permanentemente por quienes más debían velar por su realización, el túnel en el olvido, del ferrocarril nada sabemos, las ruinas en progresión, la prostitución en su salsa y los vigueses, mientras le pongan mona la superficie de sus aceras, aunque debajo sea un caos, irresponsablemente instalados en la inopia.
Es lo que hay. 

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