Opinión

Yo acuso

El episodio ocurrido en Madrid con un vendedor ambulante africano muerto de un infarto que la posterior autopsia puso de manifiesto señalando que el fallecido padecía una cardiopatía congénita, señala la completa ausencia de responsabilidad y aún de ética de aquellos que gobiernan su ayuntamiento. Fueron los propios concejales de las marcas municipales de Podemos los que incendiaron las redes  sociales con bulos y mentiras capaces de cuestionar el comportamiento de su propia policía municipal, atizando de paso el fuego en un barrio popular que terminó viviendo noches interminables de agitación, destrozo del mobiliario urbano y contusionados en las filas de los manifestantes y las fuerzas antidisturbios. 
Los concejales de los partidos que gobiernan la capital –Ahora Madrid se lucró de una demencial política de pactos ejercida por el PSOE de Sánchez que paradójicamente acabó con un buen  concejal socialista como Carmona y encumbró a una cuestionable alcaldesa que es Carmena- están empeñados en permitir la venta de top-manta y no ha dudado en acudir a lo peor de sí mismos para avivar la hoguera. La muerte del mantero Mame Mbiaye no tenía el más mínimo misterio. Enfermo del corazón, cayó fulminado por un infarto  en plena calle y dos agentes municipales se apresuraron en su auxilio sin que sus esfuerzos consiguieran reanimarlo. Pero los propios concejales de los que la policía municipal depende, iniciaron una campaña de desprestigio usando las redes sociales que denota el grado de vileza y miseria con el que se comportan estos ediles sin conciencia. Se acusó a los agentes de protagonizar una persecución que acabó con la vida del africano, se culpo de esta situación a determinadas clases sociales, se especuló con la dignidad y profesionalidad de un cuerpo, se llamó a la rebelión callejera, se mintió y manejó a las masas y se acabó organizando una noche de cuchillos largos en Lavapies en la que hubo de intervenir la Policía Nacional para restablecer la convivencia. Una vergüenza que debería merecer una investigación y el cobro de las correspondientes y posteriores  responsabilidades.
Pero la alcaldesa Carmena estaba en París –Dios sabe para qué- y no volvió hasta que el conflicto estuvo sofocado gracias a la contribución  paradójicamente de la Delegación del Gobierno. Y, respondiendo a una lección bien aprendida y demasiadas veces practicada, exculpó a los suyos. Esto ocurrirá hasta que no exista manera humana de exculparlos. Y cada vez falta menos.
 

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