Opinión

El viejo y querido periodismo

Estos días estoy leyendo un buen número de entrevistas que cuenta con Steven Spielberg como protagonista. El famoso mago del cine está a punto de estrenar una película ambientada en 1971 y con el emblemático periódico “Washington Post” y los míticos nombres de su equipo directivo como referentes de una trama basada en hechos reales muy en la línea de aquella excelente cinta dirigida por Alan Pakula en 1976 titulada “Todos los hombres del presidente” en la que, inspirada en el libro escrito por Carl Bernstein y Bob Woodward, se contaba desde las mismas tripas de la investigación, lo que se llamó “escándalo Watergate” que culminó con la dimisión del propio presidente Nixon.
En este caso, la trama gira en torno a los famosos papeles del Pentágono, el informe elaborado por la propia Administración sobre la guerra del Vietnam que costó la vida a 60 mil jóvenes estadounidenses y en cuyos textos se contenían conclusiones tan demoledoras que la Casa Blanca resolvió ocultarlos. El corolario del informe dice que las vidas de aquellos chicos se habían entregado en vano porque la guerra había sido tan cruel como inútil.
Sin embargo, lo que más interesa de estas declaraciones prodigadas por Spielberg son los motivos por los que ha rodado esta película. Lo ha hecho en un tiempo récord, echando mano de actores solventes en los que confía, interrumpiendo proyectos en curso y casi improvisando sobre la marcha, lo cuál no es propio de un tipo tan  cuidadoso y perfeccionista. La respuesta es bien sincera y comprensible. Ha hecho la película porque la situación política de los Estados Unidos necesitaba de ella y porque él mismo, un ciudadano de 71 años conocedor de los viejos tiempos y con mucha experiencia, está aterrorizado porque advierte que la libertad de prensa esta en peligro en su país,  y cree que el ejemplo del “Post” investigando e informando entonces a pesar de los obstáculos que plantó en su tarea la propia Casa Blanca, es un ejemplo que puede vale para que los que hacen ahora los periódicos se enteren de que es posible no rendirse ante las presiones ejercidas por el presidente Trump  en la persistente tarea de silenciar a los medios. Bien amenazándolos o bien comprándolos por las buenas. Por eso, sus paradigmas son Katharine Graham, extraordinaria mujer editora y propietaria del “Post”, y su entonces director y recientemente fallecido Ben Bradlee que además era amigo personal de Spielberg. Los que todavía creemos en esto del viejo y querido periodismo no deberemos perdérnosla. Estas cosas no solo pasan en los Estados Unidos.

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