Opinión

El viaje obligado

Decíamos ayer cocidos en nuestros propios jugos humanos, que en el Convento de las Salesas reales que para residencia de jóvenes de la nobleza fundara en el siglo XVIII la reina portuguesa Bárbara de Braganza, es uno de los más excelsos reflejos del llamado barroco madrileño y en él se depositaron los restos mortales de personajes con muchísima influencia en nuestro devenir histórico aunque el disparatado enfoque de los planes de Educación de los tiempos franquistas decidiera eliminar por decreto los periodos de la historia en los que los españoles amenazaban con pensar por si mismos. Desde que las primeras luces de la Ilustración aparecieron en el horizonte de los planes de estudios de la posguerra y en cuanto España comenzó a flojear en su dominio del mundo, se arrancaron esas páginas y se pasó directamente desde Felipe II al invicto Caudillo y se olvidaron las luces y las sombras de siglos en los que el país se puso a vivir en continuidad con sus glorias menguantes y sus crecientes miserias.
En el complejo que antaño fue un convento, una residencia y un templo y que hoy es la iglesia de Santa Bárbara y el resto se ha destinado a albergar el Tribunal Supremo, se halla el sepulcro de la reina fundadora en la capilla a ella destinada, separado por un muro del de su esposo el rey Fernando VI. Y al otro lado de la nave y próximo al altar mayor, se encuentra el que guarda las cenizas de Leopoldo O’Donnell, el general canario al que unos dicen envenenaron en su exilio y otros sospechan que murió por ingerir ostras en malas condiciones, lo que incluso hace posible que ambas teorías puedan ser ciertas.
Son estos huesos milenarios retazos de nuestra propia vivencia como pueblo que ahora parecen importarle muy poco a todo el mundo y más aún a unas promociones de políticos de nueva encarnadura que se empeñan en no hacer caso de lo que hubo antes de ellos y así luego se dicen y escriben las condenadas barbaridades con las que muchos nos obsequian.
Personalmente obligaría a todos aquellos que quieren gobernarnos desde donde sea y con la ideología que sea, a hacer un largo tour previo por las Españas no para dar mítines, sino para conocerse y conocernos. Saldríamos ganando todos.

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