Opinión

Lo que en verdad es más difícil

Conozco bien Andalucía, la segunda en extensión y primera en población de las comunidades en las que se reparte el territorio nacional. Conozco por tanto razonablemente bien a unos cuantos andaluces, con los que converso habitualmente y de los que me ayudo en mi ejercicio de conocer cuanto más mejor y querer cada día más a esa tierra heterogénea y preciosa que se halla según pasa uno el alto de Despeñaperros. Coincidí allí durante la campaña electoral y, caminando las calles y plazas de varios enclaves demostrativos, sospeché que el PSOE podía perder el partido. Caté entonces una desusada fatiga y un creciente desinterés, no había ambiente de urnas y supuse que habría sorpresa y que cuarenta años son muchos años para seguir con el rábano por las hojas. No me equivoqué y sospecho que no me voy a equivocar ahora si digo lo que digo.
Y lo que digo es que el tripartito que ha desbancado la permanencia socialista en un poder que se ha prolongado bastante más de lo que debería ser considerado natural y beneficioso, va a tratar de permanecer unido a pesar de que la proximidad de Vox a los otros –PP y Cs- les contamina y nadie quiere hacerse una foto con ellos que perpetúe esta alianza a la que ambos acuden muertos de vergüenza. Pero el verdadero fundamento de la cuestión no está en los puntos y comas que estén plasmados sobre ese  papel que  cada uno airea a su manera, cada uno interpreta a su manera en su página web y significa a la postre un juego de licencias dentro del complejo entramado del ámbito político. Donde se deposita la madre de todas las batallas y se traza la frontera entre el triunfo o el fracaso de la coalición, es en la hora de tomar decisiones, gobernar y legislar. Cuarenta años de gobierno tal y como el PSOE lo ha practicado en Andalucía permiten el establecimiento de una infraestructura de intereses, conexiones, favores, intercambios, caciquismo y chalaneo de unas proporciones tan enormes que dudo pueda desmontarse impunemente sin un coste  durísimo para quienes lo hagan. Algunos de estos innobles practicantes del mamoneo están ante el juez. Pero eso es la punta del iceberg. Queda tela, tela y el que le meta mano se quema vivo. Así que, o se muere en el intento o se hace la vista gorda. No hay más.

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