Opinión

Velando por la salud

Confieso que rehuyo  cuanto puedo aquellos suplementos de los periódicos que se especializan en dietética y salud. Lo hago convencido de que orillándolos contribuyo a cuidar la mía -especialmente la mental- tras muchos años de interés por la materia en la que se especializan y la comprobación creciente de que si hago caso de todos sus consejos terminaré volviéndome completamente majareta. Los suplementos dietéticos en general, con la mejor voluntad del mundo y bebiendo de fuentes serias y solventes, sostienen hoy un argumentos y mañana los niegan radicalmente. Lo que ayer era veneno hoy es una fuente inagotable de vigor y lozanía. Aquello que hace un par de años pulverizaba los órganos más imprescindibles del cuerpo humano suministra ahora energía a manos llenas. He prestado gran atención a estos consejos y he tratado de obedecerlos pero llega un momento en que hay que ir abdicando. Lo último que acabo de saber es que es más sana, equilibrada e higiénica la leche entera que la desnatada. A mí me gusta mucho más  la primera que la segunda porque me proporciona más sabor y me parece más equilibrada y nutritiva, pero hasta hace relativamente poco tiempo parecía elaborada por el diablo como ocurría como todos los alimentos que  se presentaban con todas sus propiedades. Hubo un tiempo no muy lejano en el que si uno no bebía y comía materias llamadas “Light” se estaba matando a si mismo de forma lenta pero inexorablemente.
Crecí estremecido ante la amenaza que representaba consumir pescado azul, jamón de cumbres mayores y aceite de oliva virgen, tres variedades alimenticias que entre otras muchas e igualmente suculentas estaban poco menos que  proscritas en mi tiempo. Como quiera que, por ejemplo, siempre he sido un auténtico adorador de las sardinas en todas sus variedades y quien dice las sardinas dice el resto de los pescados azules frescos o enlatados, supuse simplemente que comiendo así no llegaría a viejo. Por fortuna, esta insidia se desmintió categóricamente tiempo después y de sujetos expuestos perpetuamente a la muerte hemos pasado a ser unos privilegiados que pueden alimentarse siempre que quieran con la admirada dieta mediterránea. Dentro de nada lo mejor de lo mejor será ingerir un kilo diario de torreznos. Todo llega.

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