Opinión

Los de los veinte años

Nadie que lleve veinte años ostentado un cargo puede seguir desempeñándolo sin suscitar reservas sobre todo si el cargo lleva en la mochila poder, popularidad y la posibilidad de ganar mucho dinero si se desempeña de manera no santa. Le ha pasado al rey Juan Carlos hasta que su propia condición de monarca no sujeto a fiscalización alguna le ha acabado engullendo, le pasa a Cándido Méndez al mando de la UGT con el sindicato desquiciado, levantando sospechas de esquina a esquina y ahogado en el fango de Andalucía y las tarjetas opacas. Y le pasa a Ángel María Villar, el presidente de la Federación Española de Fútbol al que han abierto expediente los organismos europeos si bien los que le han abierto expediente son tan impresentables como él mismo. Son Blatter y Platini y hay poco dirigentes en el escenario deportivo mundial que susciten más resquemores que estos dos pájaros.
A Villar pueden buscarle las cosquillas, aunque no es fácil que exista alguien que pueda ganarle en golfería y habilidades para salir indemne de cualquier entuerto por muy opaco que fuera. Cándido Méndez amenaza con adelantar las elecciones y ya ha decidido que no volverá a presentarse a ellas si bien la experiencia dicta tomar todo lo que dice Méndez con prudente reverencia y mucho recato. Un tío que lleva desde 1994 presidiendo un sindicato mayoritario da que pensar. Y sobre todo, pone en seria duda el carácter democrático de una UGT que necesita otro líder para regenerarse porque con Méndez a la cabeza, la central tiene más lunares que la bata de cola de Isabel Pantoja.
En este difícil escenario en el que nos estamos moviendo, con procesos por corrupción en marcha, la perseverancia de estos personajes por seguir aferrados al cargo ha de suscitar forzosamente sospechas. Pero incluso en el caso de que ambos fueran irreprochables y estuvieran limpios como una vajilla recién extraída de un lavaplatos –no es el caso y eso conviene tenerlo en cuenta- seguir cada uno en lo suyo tras veinte años ni es bueno para las instituciones que presiden ni lo es y mucho menos para la propia democracia. Cuanto antes se ponga fin a esta situación, probablemente incomprensible en Europa, mucho mejor. Ya va siendo hora.

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