Opinión

Los que se van

Uno no se percata del paso del tiempo y el drama que eso supone hasta que no van cayendo sus referentes más cercanos. Es cierto que el mundo en el que me incluyo llora hoy desconsolado la muerte de Gabriel García Márquez con el que muchos de nosotros descubrimos la inmensa trascendencia de contar historias que es lo que Gabo hizo siempre con sincera maestría y habilidad inimitable, pero también se han muerto dos personajes más jóvenes y mucho más cercanos que están inscritos en el catálogo de mis emociones más primeras y mis más indelebles recuerdos del día en que yo era joven, échale un galgo a la cosa.
Hace un par de días, se ha muerto de pura melancolía, solito en su casa de Torrelodones, rumiando la infinita nostalgia de un tiempo que se fue, Antonio Morales Barreto, cuya etapa final ha sido muy amarga de tele en tele y tiro porque me toca contando las pequeñas miserias familiares y las broncas con su prole por la cuantiosa herencia que dejó mamá cantando rancheras. Junior era sin embargo para mí una pieza maestra del imaginario porque era miembro fundador de los Brincos –Juan Pardo me contó tomando una cerveza en Santiago hace años muchas cosas muy memorables de mi banda española favorita- y esa condición es suficiente para que este hombre desvencijado y empobrecido de mayor, se gane un lugar de excepción en mi modesto corazón de fan irreducible cautivado hasta siempre por una agrupación francamente inimitable. 
Pero es que, como les pasó a O’Donnell y Narváez que se pusieron de acuerdo para morirse uno detrás del otro, ayer se nos fue también Alfonso Sainz que fundó con su hermano Lucas los Pekeniques y hablar de los Pekeniques es mentar uno de los referentes más valiosos y entrañables del pop español cuando el pop español merecía ser escuchado.
Estas pérdidas que se nos llevan por imperativo categórico aquellos que fueron ídolos juveniles y piezas clave para entender el latido de toda una generación de la que soy partícipe, son las que nos acercan al barranco de lo inexorable. Y acercarse a esa sima tan profunda y tan negra créanme, es muy desagradecido. Menos mal que nos queda el Real Madrid…

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