Opinión

Los que se van a casa

Miguel Blesa y Rodrigo Rato se han marchado a su casa sin que la autoridad judicial imponga medidas cautelares adicionales después de que ambos -y cincuenta y tantos procesados más- recibieran pena de cárcel por su intervención en el caso de las tarjetas de libre disposición que usaron hasta desgastarlas en su condición de cúpula directiva de lo que a día de hoy se llama Bankia y que parece renacer de sus propias cenizas. Los dos forman parte de una desvergonzada y multitudinaria cofradía de altos dirigentes que convirtieron las antiguas cajas de ahorros en huertos particulares, las expoliaron hasta no dejar en ellas más que telarañas, y convirtieron estos organismos que fomentaban paradójicamente el ahorro en  carcasas huecas con pasivos multimillonarios. Las cuantiosas deudas provenían de una organización inviable, una gestión desastrosa y un comportamiento infame capaz de gastarse a manos llenas en fastos y lujos personales el dinero que ni siquiera había, como si el dinero del contribuyente fuera además de uso propio. Despilfarro generalizado en inmuebles y valores inútiles que emplearon para su propio lujo y el de los privilegiados que formaban parte del núcleo más próximo, cuchipandas pagadas con dinero de sus impositores, y sobre todo, el uso y disfrute de bienes ajenos, en el caso de Caja Madrid de unas tarjetas libres de fiscalización que la plana mayor de la entidad usaba como si fuera un complemento de sus propias y de por sí desorbitadas retribuciones. Como las mesas de las Cajas de Ahorros donde se tomaban decisiones se componían de sujetos representando e instituciones varias, sindicatos y partidos políticos de la zona, todos sin excepción se sintieron intocables y manejaron las enormes ventajas de esa pertenencia como si fueran los naipes de la baraja. Se trata de una cadena de comportamientos intolerables que a todos los partidos políticos, organizaciones sindicales y muchos otros organismos que tenían garantizada su presencia en esas cortes de los milagros derrochadoras e impúdicas deberían avergonzar aunque no parece que a ninguno les cause sonrojo. Incluyamos de paso en este grupo al Banco de España como organismo regulador que ni reguló ni fiscalizó nada.
Blesa y Rato se van a casa sin más como se fue Urdangarín hace unos días. No hay peligro de fuga según el juez. Pues eso. Ojala que no se vayan.

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