Opinión

Un plato de presupuestos

Pedro Sánchez quedará reflejado en los pliegues de la Historia no solo por su carencia absoluta de ética en el planteamiento de sus decisiones políticas sino, lo que es más delirante aún, por sus intentos continuados de acallar los aldabonazos de su propia conciencia porque él sabe que está traicionando los principios morales que determinan un leal comportamiento y aplica gran parte de su esfuerzo a tratar de borrar las huellas de esa actitud. Sánchez sabe que ha cometido un pecado original y sabe que ese pecado original marcará para siempre su existencia –obtuvo la presidencia del Gobierno mediante una moción de censura para la que tuvo que aceptar el respaldo de los independentistas- pero trata de anestesiar cualquier movimiento de conciencia apelando a estrategias que habitualmente son tan inmorales como el propio pecado. En el protocolo que marca sus encuentros con los líderes independentistas, acaba de aceptar la presencia de la figura de un mediador, y se ha mostrado abierto a estudiar otras propuestas. Torra le ha enviado un catálogo copioso, entre ellas la posibilidad de abolir la monarquía y Sánchez no ha puesto ni freno ni rostro de ponerlo. Todo sea por los presupuestos.
De todos modos, caminar por la vida prescindiendo de cualquier atadura a un código ético de comportamiento debería pasar factura tarde o temprano, especialmente en un ámbito tan mutable como el que se respira en un partido político largamente centenario como es el suyo. A Sánchez no le han salido los colores cuando, quebrando la imprescindible neutralidad inherente al más alto cargo de la formación, ha impuesto su candidato particular para las primarias municipales y ha hecho de Pepu Hernández su aspirante, al que permitirá disfrutar de todos los medios y recursos del aparato. Y de paso, ha puesto en las librerías un libro de título inquietante: “Manual de resistencia”, que concluyó ya siendo presidente y que se vende a 20 euritos el ejemplar en los puestos de venta, cuestión al parecer terminantemente prohibida para un jefe de Gobierno en ejercicio.
Todo esto es morralla en realidad si lo comparamos con lo del mediador. El resistente ha vendido la soberanía nacional por un plato de lentejas. O sea, de presupuestos. 

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