Opinión

Un error divino

No es fácil que a uno le sorprendan en los tiempos que vivimos. Estamos a la vuelta de todo, las fronteras de lo imposible se han borrado con la escoba de la ciencia y de la técnica, y cualquier situación por desmesurada que parezca tiene cabida en nuestras cabezas y acomodo en una sociedad ultra evolucionada y habituada desgraciadamente a convivir con el exceso. Por ello la participación de Portugal en el último Festival de Eurovisión tuvo la trascendencia que tuvo y su triunfo resultó tan nítido. Portugal ganó desde una participación condenada al fracaso. El ámbito en el que ha derivado el Festival es un puro desquicio en el que todos los países participantes han ido cayendo. Es obligada una puesta en escena deslumbrante con coros, efectos especiales, cohetes, bailarines, acróbatas y equilibristas, nadie canta con la orquesta en vivo, todos se llevan su música enlatada y es casi obligado renunciar a la lengua propia para cantar en inglés desmadrado que se entona a berrido limpio. Triunfa un pop insufrible de pautas calcadas y tratamiento uniforme que nada tiene que ver con la personalidad y la tradición de cada uno. Ni con la música.
Y en eso llega un joven portugués de aspecto melancólico y salud frágil que canta a pelo y sin compañía, plantado en el escenario,  susurrando al micro un medio tiempo de blues suave en re menor  compuesto por su propia hermana, interpretado en su idioma que es un portugués sentido que recuerda al fado mas dulce e íntimo  Lleva el pelo recogido en un moñito, va vestido de negro de pies a cabeza y… Nos deja a todos sobrecogidos.
Es por tanto un completo error de pies a cabeza y Portugal vence de cabo a rabo partiendo de su propia y sublime despropósito. Un conclave de errores por tanto que se concatena para producir el más sonoro, emotivo, vibrante, dulce y hermoso acierto. “Amar pelos dois” es una metedura de pata divina que sugiere esencias de los Beatles, Leonard Cohen, Tracy Chapman, Elton John, Duke Ellington, Ray Charles, Gilbert O’Sullivan e incluso los músicos que le ponían banda sonora a las películas de Walt Disney. Por citar algunos.
Ojala los hermanos Sobral, a los que Dios bendiga repetidas veces, obren el milagro y el Festival de Eurovisión vuelva a discurrir por los caminos por los que antaño discurría antes de caer en el disparate e incluso en el ridículo.

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