Opinión

Tomar decisiones

En estas épocas convulsas, a ningún gobernante le gusta enfrentarse con situaciones que puedan estropearle el curriculum. La portavoz gubernamental –cuyo único cometido parece ser por el momento aparecer al final de los consejos de Ministros muy elegante pero sin mucha substancia- lleva días esforzándose en llamar al diálogo y a la calma respecto al conflicto planteado por los nacionalistas catalanes, quizá porque con el comienzo del procedimiento que debe juzgarlos en Madrid, se inicia para ese Gobierno del que forma parte y que a su vez debe a las formaciones secesionistas la puerta de la Moncloa, una situación mucho más inclemente de la que vive ahora. La señora Celaá, que es también ministra de Educación a pesar de que no ha hecho nada en su ministerio ni para bien ni para mal salvo tragarse las imposiciones del gobierno balear en materia lingüística -hace unos días hubo de preguntar por tres veces en una comparecencia pública cómo se llamaba el señor aquel que su jefe Pedro Sánchez había designado para aspirar a la alcaldía madrileña- no se aparta un ápice de los comportamientos de sus compañeros de gabinete, a los que todavía quiero ver yo haciendo algo que tenga que ver con el área de trabajo que propone el letrero de su cartera ministerial. 
Gobierno de diseño y en perpetua campaña electoral, ninguno de sus integrantes –salvo Borrell y quizá Marlaska- ha cogido la sartén por el mango y ha gobernado de verdad, tomando decisiones difíciles y resolviendo  situaciones peliagudas. Ahí tenemos por ejemplo al ministro Ávalos, que no ha visto una obra pública ni en el cine, que no tiene presupuesto para hacer ninguna y que no quiere saber nada de nada. Y menos, del conflicto de los taxistas que le amenazan la imagen.
Cuando las Cortes pusieron la República en manos de Emilio Castelar, el respondió: “para hacer la república que ustedes me piden, me hacen falta muchos guardias civiles y muchos carabineros”. Castelar, sabía que el caos en el que había caído la política nacional necesitaba orden, ley y disciplina. Hacer las cosas que deberían hacerse y mano dura para los marrones muy gordos. Nadie quiere eso ahora. Jode el estatus… 

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