Opinión

Tiempo de reflexión

El día después de la barbarie de Barcelona es un día profundamente triste en el que, poco a poco van asomando los primeros flecos aún no bien digeridos de un episodio terrible sobre el que, a partir de ahora y durante bastantes días, las especulaciones, las reflexiones y seguramente más de una recriminación van a ir adueñándose de una actualidad en la que el debate duerme hoy para despertar mañana. En estas situaciones límite, lo más aconsejable es no perder la calma en la medida de lo  posible y, sobre todo, no perder la cabeza, sugerencia  idílica pero harto difícil de mantener en un escenario múltiple y sangriento en el que se han concatenado situaciones solapadas todas ellas hijas del mismo fin. Producir el mayor daño posible.
 Para corroborar la sospecha de que no todo el mundo conserva la cabeza en su sitio en semejante paisaje de una crueldad extrema, tengan a mano el mensaje lanzado al aire por la CUP, esa organización tan indecible que, sorprendentemente, tiene la llave de la gobernabilidad no solo del ayuntamiento de Barcelona sino del gobierno de Cataluña misma. La CUP ha redactado su  opinión sobre la tragedia de su ciudad en forma de jeroglífico, porque por mucho que uno pretenda comprender qué es lo que el  comunicado quiere decir, acertar es imposible: “Rechazo frontal a todas las formas de terrorismo fascista fruto de las lógicas internacionales del capitalismo” dice y añade: “hay que seguir firmes frente al fascismo, ninguna concesión al terror”. La empanada político patológica de la formación es evidente y uno en su ignorancia no rechazaría encontrarse a algún integrante de este partido para que me lo explique. Lo más doloroso de este asunto es que esta majadería inconexa se refugia para  crecer en una situación de dolor incontenible. 
Al margen de estos comportamientos que muestran la materia de la que están construidos los grupos extremos que abogan por el independentismo, comienza ahora el tiempo de análisis y el capítulo de reconocimiento y estudio de aquello que se pudo hacer y no se hizo, una situación de la que nadie está libre y menos aún si el resultado es un drama de esta naturaleza. Ya hay debate sobre el consejo del ministerio del Interior a la Generalitat sobre la urgencia de implantar bolardos u otro tipo de barreras partiendo de las enseñanzas extraídas del primer ataque en Niza que ni el ayuntamiento barcelonés ni el Govern accedieron a aceptar interpretando que era más operativo incrementar la vigilancia. Habrá muchos de estos supuestos y es posible que algunos puedan ser razonables. El tiempo es el mejor antídoto y su perspectiva nos ayudará a aprender más y avanzar por el camino correcto.

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