Opinión

Tan cerca, tan lejos

Constitución es una palabra que  personalmente me transmite aromas reverenciales pero que no se me antoja con marchamo de incorregible como puede ocurrirle a algunos puristas que consideran la que tenemos como intocable. Nunca he pensado que los textos constitucionales duren eternamente, pero tampoco estoy por la necesidad de modificarlos por el mero hecho de hacerlo que es lo que parece haber anidado en una mente de complexión frágil como la de Pedro Sánchez, que se alimenta de un conglomerado de conceptos principales y subsidiarios que un día son unos y al día siguiente, los contrarios. Sánchez esta a estas alturas empeñado en constituir una comisión bipartita con Iglesias para meter mano a nuestra Ley de Leyes aunque, puestos a hacer preguntas molestas que es lo que nos toca a los periodistas, me apunto yo a preguntar a ambos cuál será el sentido de esta modificación que tanto predican y que se proponen estudiar con tanta aplicación,  porque si la cosa va por hacer una Constitución expreses al servicio de los intereses de los independentistas catalanes, yo me apeo en la próxima.


Nadie ha dicho que la Constitución que redactaron hombres ilustres y verdaderos padres de la patria en los años difíciles en los que salíamos del  túnel, no pueda ser revisada. Los responsables de Podemos, por ejemplo, han decidido prescindir del respeto al tiempo aquel que llamamos la Transición como si el esfuerzo sobrehumano que personas de buena voluntad e ideologías dispares aplicaron para consolidar un principio de concordia fuera una mierda pinchada en un palo. Es  este principio ideológico que considera el  preciso instante de la Transición del país un zafarrancho de fachas que no merece recuerdo y que por tanto es prescindible, el que argumenta Pablo Iglesias para forzar el inicio de una nueva era. Y se lo ha puesto en bandeja a Pedro Sánchez porque sabe lo delicado que tiene el entendimiento este hombre.


Por tanto, que la Constitución puede cambiarse es evidente. Que hay mecanismos constitucionales para hacerlo, no admite discusión. Que todo es cuestión de tener en el Congreso la mayoría suficiente también es bueno recordarlo. Que es necesario saber lo que es pertinente cambiar y que ese cambio debe llevarse a cabo con el consenso de todos los españoles, resulta imprescindible. Que no son los vis a vis entre Iglesias y Sánchez los mejores elementos para afrontar el cambio también te lo digo. Y que, en definitiva, si se plantea una revisión de la Constitución abogo porque se haga con una base amplia y con sentido de Estado. A mí me parece que las cosas mal hechas mal acaban. 
 

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