Opinión

Soltera, casada y viuda

Había un papel que Isabel Preysler no había interpretado todavía y que ha tenido que comenzar a interpretar a partir de ayer. La inclasificable dama filipina que ha sido soltera, tres veces casada, una vez separada y otra divorciada, no había sido nunca viuda y ahora ya lo es porque se ha muerto su marido el ex ministro Miguel Boyer, proporcionándole un rol que nunca antes había desempeñado aunque quienes la conocen están completamente seguros de que lo hará a la perfección. Isabel había sido incluso y en algún pasaje de su vida ligeramente adúltera, y ella misma narró en alguna ocasión que comenzó a relacionarse con Boyer estando aún casada con el marqués de Griñón tras haber sido esposa del cantante Julio Iglesias, y que fue en una de las cenas con lentejas que auspiciaba en Madrid Mona Jiménez donde se encontró cara a cara con aquel joven intelectual y economista de avanzados conceptos y perfume europeo que había nacido en San Juan de Luz y que terminaría enajenando el imperio de Rumasa como titular de Economía del Gobierno de Felipe González, aunque antes de caer herido de muerte por un ictus que le dejó paralizado durante casi dos años, Boyer había cambiado de trinchera y trabajaba, según me contaron, para la fundación que preside José María Aznar no me hagan ustedes mucho caso.
Emparejarse con Isabel Preysler no debe estar al alcance más que de los privilegiados y Boyer lo había sido aunque fuera también, y según testimonios muy próximos emitidos con prevención por personalidades que compartieron con él tareas de gobierno, uno de los tíos más antipáticos del mundo. Personalmente no le recuerdo riendo en ninguna fotografía y eso es señal de que te aprieta el zapato, aunque sí recuerdo ciertos artículos en las revistas del corazón de las que este hombre complejo e indefinible se hizo huésped probablemente sin desearlo, en los que se describía con pelos y señales la distribución del palacio que compartiría con su nueva pareja y el número de cuartos de baño y dormitorios que poseería la mansión. Sic transit gloria mundi y al final uno se va con lo puesto. Dicen los mentideros de la villa que Isabel a estas horas está desolada. Pues puede ser. En ciertos niveles privilegiados los sentimientos apenas salen.

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