Opinión

El siglo del tres por ciento

El enojoso asunto del tres por ciento –escríbase así, con todas las letras para otorgarle perspectiva de cuestión de Estado- siempre ha permanecido sobrevolando la Cataluña burguesa y gobernante que han representado los viejos nacionalistas de toda la vida, católicos, adinerados, poderosos, antipáticos y para que nada falte, corruptos. A todos ellos les unía su condición de clase dominante, sus tradiciones heredadas de generaciones anteriores y trasladadas a las siguientes, y su historia. Una historia  no siempre blanca y radiante porque inspiraba recuerdos inconfesables de esclavismo cubano, represión de las clases trabajadoras en la calle y en la fábrica, instigación de la Semana Trágica, pagos ocultos al anarquismo de porrón y butifarra y otras muchas actividades que más vale orillar porque dan mucho miedo y conducen a la absoluta desconfianza a pesar de los golpes de pecho y el alto clero, inapreciable aliado de jugadas y desmanes.
El tres por ciento ha estado ahí desde hace muchos años y se ha consolidado con Pujol y familia, la exclusividad de la política catalana, la formación y consolidación de Convergencia y su financiación que uno nunca sabía de dónde se extraía la pasta para mantenerla.
Nadie ha dicho nunca ni pío y cuando se ha escuchado una voz disidente se la ha tachado de traidora y anti catalana. Todos sabía que Pujol cobraba el impuesto y que el que no pagaba ya podía prepararse. Todos tenían in mente el 3 %, el peaje que había que abonar para poder seguir viviendo en territorio comanche. Y ahora que la Guardia Civil ha entrado a toque de corneta en las sentinas donde Convergencia hace las cuentas y en el fondo de sus ordenadores puede haber material para que Artur Mas se retrate, volvemos al viejo argumento de siempre. El que considera que la acción de la Justicia no va con ellos y que todo esto es una maniobra del Estado para tratar de detener la irrefrenable marea del independentismo de una Cataluña que seguramente ya no sabe en qué espejo mirarse. Todo huele a Mas y su condición de discípulo predilecto y heredero del gran defraudador. Todo huele a chanchullo, desvergüenza y componenda. Todo huela a tres por ciento.
 

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