Opinión

Renovarse a tiempo

Los continuados casos de corrupción que afloran prácticamente todos los días a las páginas de nuestros periódicos nos muestran una España atrapada por sus propios e incalificables defectos y entregada de pies y manos a la acción de los tribunales. Desgraciadamente, a la necesaria revitalización de una economía completamente destrozada había que haber sobrepuesto la consecución de un rearme moral gestionado en el mismo tiempo, algo que no se hizo en su momento y que ahora aflora a la superficie y amenaza con llevárselo todo por delante incluyendo el propio código que regula las decisiones de Estado. El comienzo de un nuevo ciclo político, económico y social que pudo iniciarse con la caída de un PSOE desarticulado, debería haberse acompañado de una limpieza voluntaria de las sentinas de cada partido y la eliminación de las muchas manzanas podridas que infectaban todos los cestos. No se hizo y ahora la tarea es traumática. Y lo es, sin duda, porque esa corrupción que a todos afecta por igual y cuyos tentáculos son cada vez más largos y poderosos, es seguramente la principal fuente de descapitalización de un país en el que se lo han llevado crudo desde todas las esquinas y el que se ha jugado con el dinero público de manera ignominiosa sin fiscalización, sin vigilancia y sin que nadie pusiera pegas a nada.
A estas horas, el sistema está en peligro y necesario es recuperarlo. Pero esta tarea debe afrontarse en estos momentos en que la situación nos ha desbordado, con la sinceridad y el rigor que se exige en un estado de cosas muy grave, y me temo que ninguno de los dos grandes partidos se está planteando el combate contra los delitos de corrupción con la energía y la severidad necesarias para que lo que anuncian no suene a cartón piedra. Hay en este diálogo un acento que huele a representación teatral, tramoya y efectos especiales, desde lo que brama el jefe de la oposición hasta lo que contesta el jefe de Gobierno. Palabras huecas, declaraciones campanudas, aires histriónicos y poco más. Lamentablemente, el momento no admite bromas porque nos estamos jugando el futuro y ni unos ni otros parecen haberse dado cuenta de ello.

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