Opinión

Relaciones difíciles

Las relaciones de España con el Vaticano nunca han sido sencillas ni siquiera en los momentos en que el escenario era el más favorable para llevarse bien, cuando Franco apelaba a las reliquias de mayor envergadura y las paseaba por los escenarios de la rogativa con intención de que ayudaran a que lloviera en Badajoz o, muy al contrario, dejara de llover en Palafrugell. En aquellos años, España no era un país laico sino catolicísimo y sumamente devoto del bazo incorrupto de Santa Teresa, un verdadero icono de la gracia celestial aplicada a la agricultura que se sacaba a campo abierto para pedir buenas cosechas. La relación del dictador con el lado espiritual era frecuente y singular –algunos dicen que también era muy reciente porque a su juicio, Franco comenzó a mostrarse pío cuando se aupó a la jefatura de las  tropas sublevadas con las que acabó ganando la guerra- pero eso no constituía garantía alguna de un diálogo fluido con el Vaticano donde los grandes y poderosos prelados se hacían los suecos. Por ejemplo, se negaron en redondo a refrendar el nombramiento de monseñor Leopoldo Eijo Garay como cardenal y Franco no tuvo más remedio que sacarse de  la manga el título de Patriarca de las Indias Occidentales para recompensar como Dios manda la fidelidad del purpurado vigués.
Desde los lejanos tiempos en que el Papa Pío IX impuso a Isabel II la necesidad de cohabitar bajo el mismo techo con su esposo Francisco –llamado por el pueblo “Paquito Natillas” por sus inclinaciones en materia sexual- como paso previo a la firma del Concordato de 1851, mucha agua ha pasado bajo los puentes. Pío Nono no exigió que se entendieran porque su nuncio en España ya le advirtió que era imposible –Isabel estaba entonces entregada a  José María Ruiz de Arana llamado “el pollo”  y Francisco mantenía una relación estable con Ramos Meneses- sino que  vivieran en el mismo sitio. Y hoy, el Vaticano sigue siendo tan tibio e indefinido como entonces, esta vez respecto al destino de los restos de Franco, el del brazo de Santa Teresa. La Iglesia nunca se pronunciará ni se comprometerá ni tomará decisiones ni con los huesos de Franco no con los monstruosos casos de pederastia que la ponen en evidencia. Ni con nada. Franco no irá a la Almudena. O sí… solo Dios lo sabe.

Te puede interesar