Opinión

Presidente en campaña

Hace unos días, un buen amigo y experimentado analista político que ha pasado gran parte de su vida profesional en la sección de Exterior de un periódico de gran tirada, me hacía partícipe de sus reflexiones sobre el disparatado laberinto en el que se ha convertido la política estadounidense y la imposibilidad de mantener mucho tiempo una situación encajada para mayor alarma en un auténtico culo de saco. A su juicio, y en contra de otras opiniones que tratan de minimizar  las facultades mentales del huésped actual de la Casa Blanca, él no cree que Donald Trump sea un descerebrado sino un sujeto con un nivel de inteligencia relativamente potable que utiliza sin embargo del modo que a él le parece el correcto parezca equivocado a gran parte del género humano. Pero esa discrepancia  no sería tan alarmante si las cosas trascurrieran en orden. Lo que para él resulta más alarmante  en el comportamiento de este sujeto es el hecho de que aún no ha comprendido que ya es el presidente del Gobierno de los Estados Unidos. Que ya ha ganado las elecciones y que no tiene que convencer a nadie de la bondad de sus programas. Donald Trump sigue a estas alturas y todavía en campaña, y en lugar de ponerse a la tarea de hacer gobierno día a día imponiendo la normalidad de una labor continua e incluso a veces rutinaria, permanece empeñado en demostrar que su ideario es el bueno, que sus acciones serán las que salven el país, que su política aplicará soluciones extraordinarias, que  los estadounidenses han hecho muy bien en votarle, y aún no ha pasado página.
La realidad es para este presidente enfermo de electoralismo mucho menos halagüeña de lo que él mismo imagina. Y todos los días, el propio presidente se cierra una puerta por su distorsionada visión del arte de gobernar que todavía –y a pesar de lo que parece- no ha practicado. Sus contenciosos con sectores del arte y entretenimiento, actores, guionistas, cantantes pop o jugadores de basket,  no son su mayor problema aunque desde el punto de vista social adquieran determinado realce.  Lo verdaderamente  grave es que se ha enemistado con  la Judicatura, la CIA, el FBI, el Pentágono y los medios de comunicación entre otras muchas instituciones clave en el desarrollo de su mandato, y que esta campaña que parece prolongar hasta el infinito le procura un nuevo conflicto cada vez que se levanta por la mañana. Y de esa no se sale.

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