Opinión

Una pena de ida y vuelta

Las situaciones extremas cerradas en falso para que no vuelvan y aceleren la ruina política siempre terminan volviendo y enseñando que cuando hay una tragedia con responsabilidades en su origen debe afrontarse con responsabilidad y espíritu de sacrificio porque más vale hacerlo así que tratar de enterrarla y esperar que el tiempo lo cure. La prueba más evidente es la tragedia del Yak-42, que vuelve para quedarse y para arrastrar en sus sombras al ya ex embajador de España en Londres. Federico Trillo ha presentado la dimisión antes de que la propia Historia lo juzgue y lo cese. No solo de un cargo diplomático privilegiado del que ha podido disfrutar durante  casi dos legislaturas, sino de su propia calidad moral que es algo aún más serio. Militar de carrera, perteneciente al cuerpo jurídico de la Armada, durante su mandato sesenta y dos militares como él, repatriados de Afganistán rumbo a casa, perdieron la vida en una ladera turca cuando el avión en el que viajaban se estrelló en 2003. También murieron los tripulantes de la nave, todos ellos de nacionalidad ucraniana.
La memoria dice que hubo dos fracasos distintos. El primero consistió en contratar una aerolínea lamentablemente conocida por sus múltiples fallos que convertían el vuelo en la antesala casi segura de una tragedia. El segundo se produjo en el proceso de identificación de las víctimas. Los responsables del ministerio hubieron de hacer frente a una instrucción que acabó procesando a cuatro militares por  los errores que reprodujeron en aquel procedimiento, de los que uno fue absuelto y tres fueron condenados. El general Navarro, jefe de la Inspección de Sanidad, lo fue a cinco años, y los comandantes médicos Ramírez y Sanz García que pertenecía a la plantilla del Hospital Gómez Ulla, a un año y medio todos ellos por falsedad documental.
Ayer, la ministra Dolores Cospedal  asumió con valor y entereza los devastadores efectos de una herida no cauterizada que  trece años después sigue rezumando. La tragedia del vuelo del Yak-43 necesita una reparación completa y los familiares de aquellos 62 soldados ejemplares que perecieron tras cumplir con su deber son merecedores de un tratamiento institucional que enmiende errores antiguos y contribuya a cauterizar su desamparo y su profunda pena. Ya es hora de que así sea.
 

Te puede interesar