Opinión

Paseo por Andalucía

Vengo con cierta frecuencia a Andalucía y lo hago por múltiples razones, una de ellas estrictamente familiar. Pero también lo hago por mero placer,  porque Andalucía me gusta, es una tierra generosa en embrujo y bellezas múltiples, y se disfruta. Se disfruta plenamente. Estos días he dado algunas vueltas por la costa y la montaña, asomándome a sus dos mares cuyos espacios naturales divide la punta de Tarifa para labrar dos franjas costeras de muy distinto pelaje, una mediterránea para Málaga, Granada y Almería, y otra atlántica que corresponde a Huelva y Cádiz. Y he trepado también a la montaña que está muy presente  en el carácter de su gente de interior, habitante de pueblos blancos y serranos literalmente colgados en las estribaciones de poderosos picachos. En Andalucía se hacen fuertes los tópicos más arraigados, y por eso, y la suposición férreamente compartida de un perfil andaluz desértico y calcinado, la gente olvida frecuentemente que Málaga es la provincia más montañosa de España y que en Granada está el techo de la península con cumbre nevada a perpetuidad.
Me llama poderosamente la atención el escaso eco que proyectan en su vida cotidiana esas elecciones autonómicas que van a celebrarse el próximo domingo y cuya huella apenas se percibe en los paisajes de esta comunidad con enseña verde y blanca. No me he cruzado por la calle con ningún candidato, no hay carteles, ni afiches, ni anuncios colgados de las farolas, ni corrillos, ni conversaciones, ni caravanas electorales, ni megáfonos, ni paseos, ni nada en verdad que recuerde el hecho constatado de que Andalucía está metido en urnas el próximo fin de semana. He preguntado en la calle y he visto ironía y sonrisas cruzadas. He ojeado los periódicos y apenas le dedican algo más de los espacios adjudicados por ley, como si a la gente le trajera sin cuidado esta cita que no se aparta ni un ápice del guión establecido y de la fatigosa percepción de que todo el pescado está vendido incluso antes de ser pescado. En Andalucía gobiernan los mismos  hace cuarenta años…
Fatiga. Grande y tediosa fatiga idéntica a la que invade el universo político nacional, administrado por políticos que parecen creados para ejercer en el Día de la marmota. Lo que vale para ocho millones y medio vale para cuarenta y seis millones.

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