Opinión

Música y salud

Dicen los expertos que el conocimiento de un instrumento musical y la capacidad de utilizarlo para interpretar música (que es lo suyo), proponen al ser humano un intenso cúmulo de satisfacciones capaces de mejor su conocimiento, su talante, su carácter e incluso su salud. Así lo acreditan los estudios más serios y con mayores garantías desde el punto de vista científico, elaborados por instituciones de reconocido prestigio.
Seguramente uno no es mejor persona por el hecho  de saber tocar el ukelele  o la bandurria –la historia está llena de músicos excelentes que como seres humanos han sido sin embargo una basura- pero mi propia experiencia me dice que hacer música otorga paz y armonía al espíritu. Y si se hace  por afición y libre de presiones, su influencia es aún mejor y sus resultados,  más gratificantes y agradecidos.
Cuando yo era colegial, la música era una actividad docente de tercer orden que ni siquiera tenía sitio en los programas escolares. De hecho y ante la ausencia de esta materia en los calendarios de enseñanza, todos los de mi generación –que entramos en la música ávidos por emular a aquellos que nos traían la música importada y se había convertido en nuestros ídolos- somos unos analfabetos musicales incapaces de leer una partitura y carentes en general de técnica porque en ningún sitio nos enseñaron tales cosas. Incluso hemos tratado de ilustrarnos con el paso del tiempo saltando desde la música pop hasta otras manifestaciones más refinadas como la de concierto, la de cámara o la ópera, no solo por un deseo de conocer otros horizontes que no fueran el rock and roll y el pop, sino por expiar esa sensación culpable de que no valemos para otra cosa que para darle a la guitarra, el bajo y la batería, y que nos dormimos en la ópera y Händel nos resulta incomprensible.
Hoy, los niños se crían naciendo a la música, al deporte,  la naturaleza, los idiomas, las nuevas tecnologías e incluso la alta cocina desde los principios de su escolarización, y aprenden a identificar las notas del pentagrama casi al mismo tiempo que las letras del abecedario, pero en aquellos tiempos pretéritos no era así por desgracia. Autodidactas del mundo, uníos…

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